30 agosto, 2014

Osvaldo Bayer: "Cortázar debió hacer lo de Borges, quedarse acá"


Hace un año tomaba la posta que los chinos le pasaron a la Argentina en Frankfurt, como invitado de honor. Y despachó con un discurso a lo Bayer. Aquí cuenta dos viejas anécdotas de la Feria alemana y hace un repaso por sus autores argentinos preferidos.


Osvaldo Bayer abre la puerta, nos hace pasar y enseguida nos da a elegir el lugar de la entrevista para el Especial Multimedia de Ñ. Vamos a su jardín de invierno, animado casi con tantos libros y papeles como plantas. Por el tugurio, su casa, merodea un nieto alemán, país en el que Bayer vive la mitad de sus días. Está aprendiendo el español, pero le falta. Hablamos, sin cassette, sobre su candidatura en la lista de consenso que se armó para pelear la UTBA, sobre su disposición absoluta para hacer causa con lo que considera necesario. Y justo. Pero la primera pregunta la traemos dictada, endosada por el Daniel Divinsky.

Venimos de ver a Divinsky y él nos ha pedido que sea usted quien nos cuente la anécdota de un viejo encuentro en Frankfurt.¿Podrá ser?

La anécdota es un poco triste y podría haber sido trágica. En el '73 salí en las listas de las tres A, por la película La Patagonia rebelde, en épocas de Isabel Perón. Se me dieron 24 horas, como decía el comunicado, para dejar el país sino estaba condenado a muerte. Pero me negué. Esto fue en octubre del'74. Me quedé hasta febrero del '75 pero uno no podía hacer absolutamente nada, así que preferí irme a Alemania, a trabajar por lo menos allá en mis libros. Y un año después, en febrero del '76 resulta que Isabel había llamado a elecciones, entonces me dije: si hay elecciones, va a haber más libertades. Entonces volví Para qué. Cuatro semanas después llegó la dictadura militar de Videla y ya era imposible salir.
Y un día a la tarde me encontré casualmente con un periodista de Clarín y me dice: "¡Osvaldo, te ando buscando! Quiere hablar con vos el capitán Gallo". Era un militar retirado que había sido jefe de noticias del diario Clarín cuando yo era secretario de redacción. Dice: "tiene que avisarte de algo. Llamame por teléfono mañana y arreglamos. Yo hago un pucherito de gallina en casa y los invito a los dos". El capitán siempre había sido un hombre de los servicios de información y yo sospechaba. Bueno, voy a la casa de este periodista y allí estaba. Y me dice: "Mire, Bayer, yo tengo que avisarle algo: no se quede un día más, a usted lo andan buscando. Y como yo trabajé con usted y lo aprecio mucho, le aviso. Pero váyase. En cambio, hay otros, como éste --y me muestra un libro de la editorial de Divinsky-- Daniel Divinsky, es un libro comunista y se cree que nosotros somos tontos. Él publica los libros creyendo que nosotros no los leemos, pero es un libro comunista este". Y me mostró el libro. No era un libro comunista sino más bien unos relatos donde unos tienen que ayudar a los otros y todas esas cosas. Bueno, todo puede tomarse como comunista. Dice: "Y se cree este señor Divinsky que somos tontos, pero ya va a ver. Y a usted Bayer le aviso porque se portó siempre muy bien conmigo y no hubo ninguna diferenciación cuando fue jefe mío". Bueno, está bien--le digo. Adiós, adiós. Era jefe de los servicios en la provincia de Buenos Aires él, yo no sabía eso.
Bueno, me saca la Embajada alemana como refugiado, llego a la ciudad del Essen donde viví los primeros años y, cuando se hace la Feria del Libro de Frankfurt, ¿a quién me encuentro? A Divinsky. Y le digo: "Daniel, te tengo que avisar algo". Dice: "¿Qué pasa?". Y le relato el hecho: "... y el capitán cree que vos los estás engañando, que estás publicando libros comunistas. "¡Pero si no es comunista!", me dice sonriendo Daniel. "Están locos". Mirá, pero él está muy cabrero: cuidate. Y se sonrió y hablamos de otra cosa.
Vuelve a Buenos Aires él con su señora y los meten presos. Estuvo un año en Devoto y la mujer en una cárcel de mujeres; al año lo sueltan, menos mal. Para ser breve: en una reunión de escritores que nos invitaron a Venezuela, me encuentro con Divinsky. "¿Viste?", le digo. "Pero yo no te puedo perdonar, Osvaldo. Vos tendrías que haberme insistido, haberme agarrado y decime '¡no vuelvas a Buenos Aires!'". Ah, ahora el culpable soy yo, pero si vos te reíste de mí. Bueno, menos mal que no le fue peor. Pero lo que debe haber sufrido.

Y ya que estamos con anécdotas, podría contarnos la de Soriano también...

La de Soriano es linda, porque resulta que yo estaba investigando allá por el año 68 la vida de Severino Di Giovanni, este anarquista expropiador que siempre la historia argentina recordaba la fecha de su fusilamiento por el general Uriburu, y siempre lo ponían como "el asesino más grande de toda la historia argentina". Terrible. Y a mí siempre me gustó investigar la suerte o la verdad sobre los más malditos de la sociedad. Y yo estaba investigando lo de Severino Di Giovanni y me di cuenta de que era algo absolutamente diferente de lo que pintaban los diarios. Y estaba ya muy metido en la investigación, había encontrado las cartas de amor de él, sus escritos en periódicos, en diarios, y me di cuenta de que era un hombre de muchos valores. De pronto sale en una revista una nota --no recuerdo qué revista era, ya no sale más-- sobre Severino Di Giovanni, donde dice "el más grande de los asesinos", como siempre, firmado por Osvaldo Soriano. Yo era muy amigo del director de esa revista, lo llamé y le dije: "Escuchame una cosa, quién escribió esa barbaridad. Es una bestia el tipo ese. Vos cómo permitís una publicación así". Se lavó las manos: "mirá, te paso con quien la hizo, es un muchacho que vino de Tandil y se llama Osvaldo Soriano". Entonces llamo al teléfono de Soriano y le digo: "¿Pero usted quién es? ¿Cómo puede escribir una cosa así?, por el artículo que escribió sobre Severino Di Giovanni, sin investigar, nada. Yo, con mucha bronca. Me dice: "mire, un día antes del cierre de la revista me encargaron un artículo sobre Severino Di Giovanni, yo fui al archivo y escribí lo que encontré allí, no tenía más tiempo". "Así que usted escribe lo que dice el archivo, no investiga nada". "¿Y qué quiere que haga?". Y no sé por qué me salió pero le dije: "usted es poco hombre", y le colgué. Pasaron los años, y me encuentro con Divinsky en la Feria del Libro de Frankfurt, que debe haber sido en 1976, estaba con un gordito. Y me dice: "te presento a Osvaldo Soriano". Y yo mientras tanto había leído el primer libro de Soriano, Triste solitario y final, y me había entusiasmado. Y me olvidé que el mismo había escrito una y otra cosa y le dije que me pareció extraordinario el libro: "usted va a ser un gran escritor", le digo. Entonces Soriano sonríe y me dice: "pero yo soy poco hombre..., usted me lo dijo por teléfono". Bueno, los años pasan... y desde ese momento fuimos los mejores amigos.

22 agosto, 2014

El río sin orillas




Es que la carne de vaca asada a las brasas, el "asado", es no únicamente el alimento de base de los argentinos, sino el núcleo de su mitología, e incluso de su mística. Un asado no es únicamente la carne que se come, sino también el lugar donde se la come, la ocasión, la ceremonia. Además de ser un rito de evocación del pasado, es una promesa de reencuentro y de comunión. Como reminiscencia del pasado patriarcal de la llanura, es un alimento cargado de connotaciones rurales y viriles, y en general son hombres los que lo preparan. Además de ciertas partes carnosas de la vaca, prácticamente todas las vísceras son aptas para la parrilla: intestinos, riñones, mollejas, corazón, ubres de la vaca y testículos del toro. El asado se cocina a fuego lento y puede llevar horas, pero esa cocción demorada es menos una regla de oro gastronómica que un pretexto para prolongar los preliminares, es decir la conversación fogosa, las llegadas graduales de los invitados que, trayendo alguna botella de vino para colaborar, van cayendo a medida que sus ocupaciones se lo permiten, incorporándose a la charla animada, no sin pasar un momento por la parrilla para inspeccionar el fuego o cruzar un par de frases con el asador. Es falta derespeto dar consejos o mostrar aprensión sobre la autoridad del que esta asando, aunque cada uno de los presentes tiene su propia teoría sobre cómo deben hacerse las cosas. El asado reconcilia a los argentinos con sus orígenes y les da la ilusión de continuidad histórica y cultural. Todas las comunidades extranjeras lo han adoptado, y todas las ocaciones son buenas para prepararlo. Cuando vienen los amigos del extranjero, cuando alguien obtiene algún triunfo profesional, cuando hace buen tiempo. Cuando los albañiles estan haciendo una casa ponen el techo, atan una rama verde en el punto mas alto de la construccion y hacen un asado. A pesar de su carácter rudimentario, casi salvaje, el asado es rito y promesa, y su esencia mística se pone en evidencia porque le da a los hombres que se reúnen para prepararlo y comerlo en conpañía, la ilusión de una coincidencia profunda con el lugar en el que viven. La crepitación de la leña, el olor de la carne que se asa en la templanza benévola de los patios, del campo, de las terrazas, no desencadenan por cierto ningún efluvio metafísico predestinado a esa tierra, pero si en cambio, repitiendo en un orden casi invariante una serie de sensaciones familiares, acuerdan esa impresión de permanencia y de continuidad sin la cual ninguna vida es posible. Al anochecer, se encienden los primeros fuegos. Un olor a leña, y después de carne asada es lo que sobresale cuando empieza a oscurecer en el campo, en las orillas del río, en los pueblos y en las ciudades. Repartido en muchos hogares, no siempre equitativos, el fuego único de Heráclito arde plácido o turbulento, iluminando y entibiando ese lugar, que, ni más ni menos prestigioso que cualquier otro, es, sin embargo, único también, a causa de unos azares llamados historia, geografía y civilización; el fuego arcaico y sin fin acompañado de voces humanas que resuenan a su alrededor y que van transformándose poco a poco en susurros hasta que por último, ya bien entrada la noche, inaudibles, se desvanecen.
Juan José Saer
Fragmento de El río sin orillas

09 agosto, 2014

El nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo se hizo un ADN voluntario porque tenía dudas de su identidad. Es hijo de Laura Carlotto, hija de la dirigente humanitaria, secuestrada por la dictadura en 1977 y luego asesinada. El nieto recuperado nació en junio de 1978 y fue bautizado Guido, como su abuelo.



El nieto varón de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, hijo de su hija Laura Carlotto, asesinada durante la dictadura, fue recuperado luego de 37 años de búsqueda incesante de sus familiares. 

Así lo informó esta tarde el secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Guido Carlotto, en diálogo con Télam. 

‘Estamos muy felices por la noticia. Por cuestiones legales, lo único que puedo contar es que se trata de un músico y que se realizó el estudio de ADN voluntariamente‘, dijo Guido Carlotto a la espera de la conferencia de prensa que se llevaría a cabo en la sede de Abuelas hoy a las 17. 

Laura Carlotto, secuestrada y asesinada por la dictadura militar, era estudiante de Historia de la Universidad Nacional de La Plata, pertenecía a la Juventud Universitaria Peronista (JUP). 

A fines de noviembre de 1977 Laura fue secuestrada embarazada de tres meses. La joven, según testimonios de sobrevivientes, fue mantenida con vida en el centro clandestino de detención La Cacha, en La Plata, hasta dar a luz en el Hospital Militar de Buenos Aires el 26 de junio de 1978. 

El niño, cuyo nombre para la familia es Guido y hoy tiene 36 años, permanecía desaparecido hasta hoy.

19 julio, 2014


17 julio, 2014

El cristal de Juan José Saer

Los buenos libros hacen un camino lento, profundo, duradero. También los buenos escritores, que van creciendo con el tiempo. Ya nos pasó a los argentinos con Roberto Arlt, con Macedonio Fernández. Y es, me parece, lo que está pasándonos con Juan José Saer quien, como un ateo casi religioso, endiosaba un culto, el de la palabra, el de la letra escrita. Alguien que trabajó la forma (la que era todo para él, como debe serlo para un artista verdadero) y que puso no sólo su gran inteligencia sino también su cuerpo en ella, sus manos, su respiración asmática, palpable en el ritmo de la frase; alguien que volvía y corregía hasta pelar el hueso, despejaba y despojaba para que quedara la palabra a flor de piel, la piel viva, en lo que bien podría llamarse una escritura ardiente. Vueltas a leer, sus narraciones deslumbran por esa obstinación: pasa con El limonero real, con El entenado, acaso sus mejores logros. Ciertos ensayos releídos de El concepto de ficción abruman por la claridad de las ideas (siempre personales y a contramano de la opinión dominante). Sus combates contra el límite del género, el realismo vulgar, los modelos fáciles de la representación estética, las ingenuidades frente a la propia realidad, la explotación totalitaria del oficio dejan mucho para reflexionar y aprender a los escritores y a los lectores que vendrán. Varias veces confesó una visión formada a partir de lo que el lenguaje dice de sí mismo: "Hasta los dieciséis o diecisiete años, la poesía constituyó el noventa y nueve por ciento de mis lecturas". Desde ese fondo "pavesiano", vio y vivió la literatura hasta el fin, como una inmensa y bella tarea humana. Por eso, mi exposición en el Malba llevará una cita del Diario de Cesare Pavese, pensada, se diría, para Saer: "Si lograras escribir sin tener que suprimir nada, sin volver sobre lo escrito, sin realizar retoque alguno... ¿seguirías escribiendo con gusto? Lo hermoso consiste en pulirte y en prepararte con toda calma a transformarte en cristal".Fuente: Mario Goloboff

12 julio, 2014

Nochero. Juan José Saer


  
    El hombre, de unos treinta años, se ha detenido hace un momento ante la vidriera de la confitería: parece absorto en la contemplación de las golosinas, acomodadas con meticulosidad para hacer resaltar cierta combinación de gustos, formas y colores. Los bombones, alineados sobre bandejas plateadas, envueltos en papel metálico verde, azul, colorado, según el relleno tal vez, o si no sin envoltorio ninguno, ocupan, en profusión ordenada, el centro de la vidriera; masas cuidadosamente colocadas dentro de unas bandejitas de papel blanco, duro y acanalado, cuyos bordes, terminados en una especie de puntilla gruesa que recuerda vagamente una prenda interior femenina, escoltan, alineadas alrededor, el centro ocupado por los bombones. El hombre fuma: la mano izquierda, metida en el bolsillo del sobretodo de cuero rígido y brilloso, que parece recién comprado, roza, sin que el hombre sea consciente de ello, los dos o tres billetes plegados unos dentro de los otros en el fondo del bolsillo.
En realidad, los ojos del hombre no miran las golosinas de la vidriera, sino el perfil de la nena que está casi pegado al vidrio. La nena, que por alguna razón se ha demorado a la salida de la escuela, ya que el delantal blanco se le divisa por debajo del ruedo del tapadito y lleva un portafolios de tela en la mano, tiene nueve o diez años y su mirada recorre, más como si estuviese haciendo un inventario imparcial que con verdadera avidez, el orden rococó que se despliega ante ella, detrás del vidrio. En la cara del hombre, limpia y bien afeitada, comienza a dibujarse una sonrisa imprecisa, un poco torpe, y se ve bien que está preparándola con anticipación para cuando la nena se dé vuelta, o tal vez piensa recorrer, de un momento a otro, sobre la vereda gris, los pocos pasos que lo separan de ella con el fin de dirigirle la palabra. La gente pasa, apurada, en el anochecer helado, por la vereda y por la calle, cerrada al tránsito todavía, sin prestar la más mínima atención a la escena discreta que transcurre junto a la vidriera de la confitería. Hace demasiado frío; el día nublado se hunde ya en la noche sin estrellas, y dentro de pocos minutos los negocios empezarán a cerrar, de tal manera que las escasas personas que se han visto obligadas a salir a la calle se apresuran con el fin de llegar lo antes posible a sus casas para comer algo rápido antes de que empiecen los primeros programas nocturnos en la televisión.

26 junio, 2014

ANA MARÍA MATUTE

La escritora Ana María Matute, autora de Olvidado Rey Gudúy Primera memoria, ha fallecido a los 88 años de edad en Barcelona.

Ganó el Planeta y el Nadal y escribió obras tan recordadas como "Los hijos muertos" y "Olvidado Rey Gudu", pero era sobre todo una gran fabuladora y una escritora de imaginación desbordante.
Premio Nacional de las Letras Españolas en 2007 y Premio Cervantes 2010, Matute se caracterizó siempre por hablar sin pelos en la lengua. Relató su controvertida infancia en los medios y criticó sin cortarse a su primer marido. Solo había dos cosas de las que no hablaba en sus entrevistas: del libro que estaba escribiendo en ese momento y de política. La autora siempre dijo que no sabía de ese tema y por eso no se pronunciaba.

07 junio, 2014

Leche de la Underwood. Juan José Saer




Por delicadas que sean, las mañanas
envilecen; lo destructible vacila
y lo que pareciera, frente a nosotros, perdurar,
no nos acoge, menos cruel que indiferente. Animal
anónimo, por más que grites, nadie escucha,
y ni por lejos la lengua es la que conviene.
Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,
nadie niega, pero habría que desandar,
salir, si fuese posible, del centro de la noche,
y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo.
Tantas tardes que resbalan:
ya no se sabe
en qué mundo se está, y sobre todo si se está
en un mundo. Se muerde
un fantasma de manzana, mientras sigue merodeando,
como desde un principio, lo oscuro. Destellos
de un sol de invierno en la ciudad
transparente; brillos, rápidos o lentos,
que algunos blanden como pruebas
abandonándose, soñadores, su tibieza. Entre tantas
estrellas, esperanzas: relentes
de un reino animal.

01 mayo, 2014

Alejandra Pizarnik


"Alguna vez, tal vez, 
encontraremos refugio en la realidad verdadera"
Alejandra Pizarnik

23 abril, 2014

Cambalache. Osvaldo Bayer

Como todos los días, al amanecer, voy a buscar los diarios al buzón, que me deja el “canillita” con auto. Además de dos diarios está también una revista semanal. Las leo. Una hora después termino la lectura. No puedo creer. Camino unos pasos y me viene a la memoria una letra de tango. Lo canto a media voz aunque quisiera gritarlo. “Cambalache”, del filósofo de la calle Discépolo:

Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril...
.................
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo,
Todos manoseaos.

Vuelvo al diario. Leo su titular: “Joven, sin posibilidades y amargado”. Y el subtítulo: “Alarma, hoy, en el Día de la Juventud, en todo el mundo la crisis financiera empuja a los menores de 25 años a la marginación”.

El artículo se basa en un estudio de la ILO, la Organización Internacional del Trabajo con sede en Suiza. Señala que en Europa, el número de jóvenes desocupados aumenta mes a mes. España, por ejemplo, anuncia una desocupación del 40,3 por ciento de jóvenes menores de 25 años. Y eso que, en el 2007, esa cifra llegaba apenas al 17,5 por ciento. Dice la crónica: “La cifra avanza en forma dramática” y cita al diario español El País, que habla de “una generación cero con muy pocas perspectivas y sin ninguna chance de empleo”. Y no sólo ocurre esto a los que han abandonado sus estudios y tienen poca preparación en oficios sino también a los jóvenes académicos a quienes “les esperan múltiples problemas para encontrar un empleo después de finalizar sus estudios”. Además, explica la ILO, “mismo los que obtienen un empleo, en el 2010, no tienen seguridad para planificar su futuro ya que el noventa por ciento de los trabajadores españoles menores de 25 años sólo reciben contratos con plazo limitado que pueden ser fácilmente rescindidos”.

A esa generación de jóvenes, en círculos especializados, la denominan “Ni, ni”, es decir, “ni estudian ni trabajan”. Acerca de esto, el sociólogo Philipp Woldin escribe: “Se trata de una generación sin estímulo, que ya no tiene sueños de futuro y que se ven ellos obligados a vivir con sus padres. España teme que debido a la crisis económica crezca una ‘generación perdida’ de jóvenes”. Las consecuencias, según los expertos, “para esa generación serán miedo al futuro y falta de motivación y, por supuesto, una larga dependencia del hogar paterno”.

La ILO advierte que en el 2008, en el mundo entero, 152 millones de jóvenes debieron conformarse con una entrada de apenas 1,25 dólar por día, lo que corresponde a un 28 por ciento de la cuota mundial de desocupados.

Pero, y aquí viene lo notable, “el mayor aumento de esa desocupación como consecuencia de la crisis financiera ocurre en los países desarrollados y de ellos, más en los europeos, donde la cuota de jóvenes desocupados aumentó del 13,1 por ciento, en 2008, a 17,7, en 2009. La que mejor se mantiene en los países desarrollados es Alemania, donde esa cuota alcanza al 11 por ciento.

Las consecuencias son, y lo dice el informe de la ILO: aumento de la criminalidad, problemas psíquicos y aumento del consumo de drogas.

18 abril, 2014

"En aquél Macondo olvidado hasta por los pájaros, dónde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa dónde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Ursula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra (...)"

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad (fragmento)

05 abril, 2014

La araña

El piso duro y frío de baldosas coloradas lo hace estre­mecer cuando apoya en él la espalda desnuda. Deja los ci­garrillos y los fósforos sobre su pecho. Mira el cielorraso. No piensa en nada. Su piel entibia casi en seguida las baldo­sas. Cierra los ojos y respira lento, inmóvil, haciendo crujir ligeramente el celofán del paquete de cigarrillos depositado sobre su pecho. Llega, hasta sus oídos, sin estridencias, el ru­mor de febrero, el mes irreal, concentrado, como en un gru­mo, en la siesta. Se incorpora, apoyándose sobre el antebra­zo, y los cigarrillos y los fósforos saltan de su pecho, uno a cada lado de su cuerpo, chocando contra las baldosas colo­radas. Se incorpora todavía un poco más y queda sentado, mirando a su alrededor. Están la mesa y las sillas, las pare­des blancas, el rectángulo de la ventana por el que la luz de la siesta, indirecta y ardiente, llena la habitación de una lu­minosidad mitigada. Contra la pared está el cenicero, de ba­rro cocido, y entre su cuerpo y la pared, en desorden, las al­pargatas. Y sobre el cenicero, negra, inmóvil, adherida al barro ahumado, súbita, la araña.
Aunque la punta de la alpargata casi la toca, sigue in­móvil, como si fuese un dibujo negro, una mancha Rorschach estampada en la cara exterior del cenicero. Pero es de­masiado gorda para dar esa ilusión. Y emite, porque está viva, algo, un fluido, una corriente, que permite, incluso sin haberla visto, saber que está ahí. Cuando la alpargata la to­ca retrocede un momento —parece como que va a retroce­der pero no hace más que poner en movimiento las patas traseras— y después salta hacia un costado, despegándose del cenicero. No ha terminado de tocar el suelo que ya la plan­ta de la alpargata, que el Gato blande, la aplasta contra la baldosa colorada. El centro del cuerpo negro se ha conver­tido en una masa viscosa, pero las patas continúan movién­dose, rápidas. El Gato, la alpargata en alto dispuesto a de­jarla caer por segunda vez, permanece inmóvil: de la masa viscosa ha comenzado a salir, después de un momento de confusión, un puñado de arañitas idénticas, réplicas redu­cidas de la que agoniza, que se dispersan, despavoridas, por la habitación. En la cara del Gato se abre camino una son­risa perpleja, maravillada, y después de un segundo de va­cilación, la alpargata vuelve a golpear contra la baldosa, re­sonando. Ahora la mancha ha quedado inmóvil y definitiva, adherida a la baldosa colorada. El Gato mira a su alrededor: de las recién nacidas, producto de la rápida multiplicación que acaba de operarse, ni rastro.



Nadie nada nunca, fragmento
Juan José Saer

24 marzo, 2014


03 marzo, 2014

Juan. Osvaldo Bayer

El 8 de diciembre de 2007 se publica en la Contratapa de Página/12 esta nota escrita por Osvaldo Bayer, en ocasión del Premio Cervantes a Juan Gelman, titulada simplemente “Juan“.
 
“Juan ha recibido el premio que se merecía. La alegría de ver su nombre en las tapas. El premio a las letras que forman las palabras. A las palabras que envuelven los sueños. Juan, el poeta de las calles, de los barrios, de las plazas. Del dar la mano. Juan tiene mano de orfebre, de sembrador, la mano que acaricia la vida, pero que se vuelve puño en los tiempos humillados.
Me acuerdo de cuando lo conocí. Por los años cincuenta. Unas reuniones de poetas, escritores con esperanzas más que jóvenes. Optimistas de pura sangre. Revistas literarias, que no se dan nunca por vencidas. Aparecen, reaparecen, se pierden, surgen, siempre nuevas. Ya era poeta, Juan. Nosotros éramos literatos, periodistas, ensayistas, novelistas, cuentistas. El era poeta. En los años sesenta los sorprendí caminando adelante, a unos veinte metros de mí, a él y a Raúl. Claro, Raúl González Tuñón. Quién otro. Estoy seguro de que iban recitando “La costurerita que dio aquel mal paso”. Evaristo Carriego. El poeta que debe haberlos despertado del sueño a los dos.
Juan, después, los sesenta. No sólo siguió escribiendo poesía todos los días. Sino que también se metió con todo en la lucha contra una sociedad que creaba villas miseria en las pampas más ubérrimas de la Tierra. La lucha, sus búsquedas. Sus libros siempre presentes, uno tras otro. Cada vez más comprometido. Dando la frente a los uniformes de turno. Pero Juan se daba tiempo también para remar en el cielo buscando estrellas y amaneceres, ninfas y silencios.
Juan ahí, tomando la revolución por la puerta delantera, sin interpretaciones academicistas. Pero siempre poeta. Con sus ojos más allá.
Pero la Muerte, de pronto. La Muerte de uniforme. Generales, almirantes, brigadieres, comandantes, comisarios generales, secretarios privados. Y los civiles marianizados de siempre con sus sonrisas genuflexas. Y Juan siguió en las trincheras de la vanguardia.
Hasta que vino la derrota. El dolor profundo. Me escribiste a Berlín, Juan, desde Roma, el 27 de mayo de 1979. No te dabas por vencido. Me comunicaste que seguías trabajando “en un proyecto político que tiende a crear una síntesis a partir de la derrota, un proyecto que, antes o después, me regresará al país”. Y buscabas la razón de tu tristeza y me decías: “La pelea por conseguir una política más sensata, la pérdida de tantos compañeros, el secuestro de mi hijo, de su compañera, del nieto por nacer, me distrajeron de mi condición de desterrado, me hicieron rotar por un limbo extraño, contradictorio, fantasmal y, muchas veces, alucinado”. Y agregabas algo para emocionarse en esos años de tantas luchas: “En poco más de un año escribí cinco libros de poemas con un par de obsesiones recurrentes. Una, el amor, una mujer amada; otra, la derrota, la muerte de los compañeros, mi hijo. Supongo que todo eso me distrajo también de mi condición de desterrado. Sólo ahora la empecé a admitir. Lo que escuché durante esa semana me llevó a reflexionar y escribir, que es mi manera de reflexionar sobre el exilio, nuestro exilio”.
Te contesté de inmediato desde Berlín, donde vivía yo el injusto destierro, así: “Querido Juan: no puedo decir alegría, más bien algo así como un agradecido deseo nostálgico de recordar, de recordar tu rostro de antes y de imaginarme el de ahora, con la belleza que da el sufrimiento a los nobles; eso es lo que sentí al recibir tu carta. He seguido tu lucha. Te he comprendido en todos tus pasos. Yo no puedo ser juez de un hombre de lucha, de un hombre de la permanente vanguardia, de un hombre que es la negación del oportunismo y el ejemplo puro del buscador nunca resignado. Juan: te he seguido más que en todo eso, en tu poesía. Las hemos leído mil y una vez en las reuniones de solidaridad aquí en Europa. La última, en Berlín, el público escuchó tus versos –magníficamente leídos por dos actores alemanes– como quien se halla en un oficio divino. Por eso, Juan, ves que todo está allí, en tu obra, para siempre. No la podrán ni destruir ni matar ni secuestrar ni torturar ni encarcelar. Está y estará allí, permanente. Ese convencimiento tiene que ser tu reposo, tu tranquilidad. Porque la lucha pasada, presente y futura, está en tu poesía. Que el reposo no te remuerda pensando en que la mejor poesía tiene que ser la acción. Porque por sobre tu ejemplar vida de luchador resplandece la poesía. Descansa ahora de la acción, no como resignación, sino como paso al vuelco total hacia la poesía. Las próximas generaciones esperan: van a querer saber de la poesía de la resistencia. Y tienes que estar vos, ya con la cabeza allí, en eso, fuerte, más fuerte que nunca acerado por los seres queridos que ellos hicieron desaparecer, por sus voces que escucharás todos los días, por los compañeros perdidos ya más allá del límite del horizonte. Ahora, Juan, la concentración de las fuerzas en la creación, que para ti es perennemente poesía. El limbo fantasmal y alucinado tiene que dar paso ya a la sonrisa segura, generosa, del triunfo del poeta sobre los enemigos del canto del gallo, sobre los enemigos del sol”.
Ahí mismo le propuse escribir un libro que se llamara “Exilio”. Juan aceptó de inmediato.
Cuando leí hace unos días que Juan había obtenido una distinción así, volví a repetir lo que siempre me llena de satisfacción: el triunfo final de la ética. Alguien tan perseguido como Juan, con el eterno dolor de haber perdido a su hijo y a su nuera embarazada por obra de la bestial represión militar, era reconocido ahora como un poeta fundamental del presente. En cambio, los que lo persiguieron ya están malditos por todas las generaciones. Quisieron matar la poesía y surgió la pluma que derrotó todas las armas, todos los instrumentos de tortura, la desaparición.
Así dice Juan en Exilio: “No era perfecto mi país antes del golpe militar. Pero era mi estar, las veces que temblé ante los muros del amor, las veces que fui niño, perro, hombre, las veces que quise, me quisieron. Ningún general le va a sacar nada de eso al país, a la tierrita que regué con amor, poco o mucho, tierra que extraño y que me extraña, tierra que nada militar podrá enturbiarme o enturbiar”.
Y así fue. A Juan le acaban de dar un ramo de flores. Hemos aplaudido los que lo conocemos y los que lo leen.
Juan, poeta y luchador por la sonrisa de los niños. Juan Gelman.”

Osvaldo Bayer

12 febrero, 2014

30 años sin Julio Cortázar

  
El autor de cuentos como "Casa tomada", "El perseguidor" y la novela Rayuela falleció el 12 de febrero de 1984; el mundo celebra el centenario de su nacimiento durante 2014
Rodeado de célebres colegas, yace el argentino Julio Cortázar en el cementerio francés de Montparnasse, donde hace 30 años fuera sepultado, luego de morir oficialmente de leucemia, aunque haya rumores de que una transfusión sanguínea lo había infectado con VIH.
Simone de Beauvier, hasta Maurice Le Blanc, pasando por Charles Baudelaire, Samuel Beckett, Eugene Ionesco, Guy de Maupassant, Jean Paul Sartre y Susan Sontag, el peruano César Vallejo y el mexicano Carlos Fuentes, comparten la misma tierra con Cortázar.
Sobre la lápida de mármol siempre hay flores, a veces libros y algunos agradecimientos de lectores que han hecho de su obra una fiel acompañante de sus vidas.
De ello dan cuenta fotografías y testimonios compartidos en Internet por su legión de "cronopios", así como algunas crónicas en medios internacionales, que han considerado a la de Cortázar, como una de las tumbas más vivas de Montparnasse.
Y se espera lo sea aún más este año cuando se cumplen 30 años de su muerte y 100 de su nacimiento, razón por la cual se ha decretado en Argentina el Año Cortázar, a lo largo del cual habrá diversas celebraciones editoriales, académicas y de lectura en su país, pero también en España, Francia y México, por citar algunas naciones sumadas a la efeméride.
Vida y obra
Julio Cortázar nació en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914, pero creció en Argentina.
En 1932 Cortázar descubrió en una librería de Buenos Aires, el libro titulado Opio, del novelista Jean Cocteau, el cual se dice cambió por completo su visión de la literatura y le ayudó a experimentar el movimiento surrealista. Publicó su primera colección de poemas Presencia, bajo el seudónimo de Julio Denis, en 1938.
Alrededor de 1941, el autor participó en las manifestaciones de oposición del movimiento argentino, conocido como peronismo, encabezado por el general Juan Domingo Perón, quien ganó las elecciones presidenciales.

09 febrero, 2014

Muere doña Dedé Mirabal, la única hermana sobreviviente a la tiranía de Trujillo

Doña Bélgica Adela -Dedé-, única de las hermanas Mirabal que sobrevivió a la dictadura de Trujillo, falleció ayer a las 3:00 de la tarde a los 88 años de edad. Sus restos serán expuestos hoy a partir de las 12:30 p.m. en la funeraria Blandino de la avenida Abraham Lincoln del Distrito Nacional.

Mañana sus restos serán trasladados al Museo Ojo de Agua, en la provincia Hemanas Mirabal, donde tenía su residencia, y serán expuestos a partir de la 10:00 de la mañana, luego serán llevados a Salcedo donde a las 4:00 p.m. se le dará cristiana sepultura. Era la única sobreviviente de una familia de cuatro hermanas consideradas heroínas de la patria. Las demás, Miverva, Patria y María Teresa fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura de Trujillo.

Le sobreviven sus hijos Jaime Enrique y Jaime David Fernández Mirabal, ministro de Deporte. Jaime Rafael, falleció recientemente. También los hijos de sus hermanas asesinadas por la dictadura de Rafael Leonidas Trujillos, a los que ella crio, el empresario Jesús Manolo y la diputada Minou Tavárez Mirabal, hijos de Minerva; Nelson, Noris y Raúl González, de Patria, y Yaquelín Guzmán, de María Teresa Mirabal.

HOY DIGITAL

07 febrero, 2014

Abuelas Plaza de Mayo
Argentina

29 enero, 2014

Hechos. JUAN GELMAN


mientras el dictador o burócrata de turno hablaba
en defensa del desorden constituido del régimen
él tomó un endecasílabo o verso nacido del encuentro
entre una piedra y un fulgor de otoño

afuera seguía la lucha de clases/el
capitalismo brutal/el duro trabajo/la estupidez/
la represión/la muerte/las sirenas policiales cortando
la noche/él tomó el endecasílabo y

con mano hábil lo abrió en dos cargando
de un lado más belleza y más
belleza del otro/cerró el endecasílabo/puso
el dedo en la palabra inicial/apretó

la palabra inicial apuntando al dictador o burócrata
salió el endecasílabo/siguió el discurso/siguió
la lucha de clases/el
capitalismo brutal/el duro trabajo/la estupidez/la represión/la
muerte/las sirenas policiales cortando la noche

este hecho explica que ningún endecasílabo derribó hasta ahora
a ningún dictador o burócrata aunque
sea un pequeño dictador o un pequeño burócrata/y también
explica que
un verso puede nacer del encuentro entre una piedra y un
fulgor de otoño o

del encuentro entre la lluvia y un barco y de
otros encuentros que nadie sabría predecir/o sea
los nacimientos/casamientos/los
disparos de la belleza incesante

Hechos
(Del libro Hechos, 1974-1978)

28 diciembre, 2013

"Se puede mentir y negar, pero la verdad finalmente triunfa". Osvaldo Bayer

"La verdad siempre triunfa finalmente. Se puede mentir y negar pero finalmente aparece la verdad... Qué hermosa noticia", afirmó el escritor e historiador argentino desde Alemania, al dialogar con radio Nacional de Rosario y conocer la noticia del hallazgo de 1.500 biblioratos con las actas de las juntas militares entre 1976 y 1983, encontradas en un subsuelo del edificio Cóndor.
Bayer recordó que tuvo que exiliarse en octubre de 1975 tras haber sido amenazado de muerte por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), fuerza parapolicial comandada por José López Rega y que operó en la Argentina durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón.

"Me tuve que ir por el libro que luego fue película `La Patagonia Rebelde`, a pesar de que probé con documentación todo lo que escribí", aseguró Bayer al admitir que "me equivoqué al volver en enero de 1976, meses antes del golpe, y me tuve que volver a ir sacado por la embajada alemana como refugiado político".
Bayer recordó también que la película -que narra la lucha de los trabajadores rurales patagónicos en la década de 1920-, "estuvo en los cines tres meses hasta que murió Juan Domingo Perón y me costó ocho años de exilio".

Ayer, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, detalló que en las actas secretas de las juntas militares se encontraron listas con nombres de artistas clasificados en cuatro niveles, según su "peligrosidad".

14 diciembre, 2013

Poesías, vindicadores y ajos. Osvaldo Bayer

Los tira y afloja del presente pasarán sin pena ni gloria como en el pasado. Pero donde hubo ética y responsabilidad humana, eso queda a través del tiempo. Me han tocado unos días de comprobación y de alegría al ver que los principios siguen vigentes a pesar de desapariciones, picanas, fabulaciones mediáticas, Ratzingers, Vargas Llosas y Grondonas (los dos). Etc. Etc. Por los siglos de los siglos, pero no tanto. Sí, estos últimas días asistí a hechos que tal vez nunca me los hubiera imaginado diez años antes. Por ejemplo, en Mendoza inauguramos en la Radio Libertador el salón de conferencias con el nombre de Paco Urondo, el poeta, el luchador, que prefirió la muerte antes de que lo "desaparecieran". Un luchador, que si se hubiera portado bien, habría tenido los privilegios de un intelectual borgeano o sabatino. Pero no, él no habría vivido tranquilo en una sociedad con niños bajo el nivel de nutrición, juventud sin trabajo y familias sin techo o revolviendo basura. De Mendoza fui a Luján, donde hablé en el salón Dardo Dorronsoro, el poeta y herrero –¡qué dos oficios!– desaparecido en los años del oprobio argentino. Dardo Dorronsoro, el que escribió: "Yo he visto chicos grises como la tierra comiendo tierra. Yo los he visto ahí, con sus andrajos y su mugre, reptando, y los he tocado, acariciado su piel y convertido en ángeles, en mariposas, en viento de setiembre". Y que se definió así poco antes de ser "desaparecido" por los militares argentinos: "Soy un poeta que ama a los que no tienen amor ni pan, a los que se van sin haber llegado, a los que a veces sonríen, a los que a veces sueñan, a los que a veces les crece un fusil en las manos y salen a morir por la vida. En suma: he sido, soy y seré un poeta revolucionario. Sobre mi tumba verán florecer un puño".




06 diciembre, 2013

02 diciembre, 2013

El asesinato de las hermanas Mirabal: origen de la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género

El 25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se encontraron en el fondo de un acantilado en la costa de la República Dominicana. Aquel acontecimiento, que fue vendido a la prensa como un trágico accidente por Trujillo, el dictador dominicano que dio la orden de acabar con ellas, contribuyó a despertar la conciencia entre la población, que culminó, seis meses después, con el asesinato del caudillo.

En honor a estas tres valientes hermanas asesinadas a garrotazos, que se habían convertido en auténticas heroínas de la lucha clandestina antitrujillista, se conmemora cada año en esta fecha elDía Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países.



Patria, Minerva y María Teresa, así se llamaban las hermanas, nacieron y crecieron en el seno de una familia rural acomodada en el paraje de Ojo de Agua, en Salcedo, el municipio más importante de la provincia que se rebautizó más tarde, y en honor a ellas, con el nombre de Hermanas Mirabal.

Estas mujeres, que habían mostrado un interés muy temprano por los estudios, dedicaron gran parte de su corta vida a luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente a una de las tiranías más opresoras y duras que tenía Latinoamérica: la de Rafael Leónidas Trujillo, conocido también como «El Jefe», «El Generalísimo», «El Chivo» o «El Chapita», por su afición desmedida por las condecoraciones.

El mismo hombre, protagonista de uno de los más acusados cultos a la personalidad del siglo XX, que arrebató casi toda la fortuna a su familia cuando llegó al poder. Convencidas «Las Mariposas» –así era conocidas entre sus compañeros de lucha– de que Trujillo llevaría al país a un auténtico caos, decidieron formar el grupo de oposición «Agrupación Política 14 de Junio».
A causa de su persistente actividad rebelde, fueron encarceladas y torturadas en no pocas ocasiones, a pesar de los cual decidieron continuar luchando con el único objetivo de acabar con la dictadura.

Cuando «El Chivo» comprobó que la cárcel no era suficiente para detener aquella actividad clandestina, a la que cada día se iban uniendo más adeptos, decidió acabar con ellas. Eran los últimos años de la década de los 50, en los que se estaba despertando una fuerte inquietud social en toda América Latina, con la caída de varios dictadores y el triunfo de Fidel Castro.
Las hermanas Mirabal habían comentado a sus maridos, en una visita a la cárcel donde se encontraban recluidos, los rumores que circulaban en Salcedo sobre la posibilidad que sufrieran un «accidente», como se denominaba entonces a la manera que utilizaba el régimen de ordenar la desaparición de un opositor importante, con la supuesta intención de ocultar el crimen.

Uno de los esposos, Manolo, sugirió que debían acabar con los viajes y marcharse a Puerto Plata para evitar el paso por las carreteras, pero ya era tarde: la orden de asesinar a las hermanas ya había sido dada.

Cinco miembros del Servicio de Inteligencia Militar detuvieron el jeep en el que regresaban de la prisión, las introdujeron a empujones en un coche y las llevaron a un lugar previamente escogido, cerca de La Cumbre.

Eran aproximadamente las 19:30. Allí las mataron a golpes y colocaron sus cadáveres en el jeep, antes de arrojarlo por el precipicio.

Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, lo contaría más tarde: «Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta, al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas […] Traté de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a todos».

Publicado en www.abc.es

22 noviembre, 2013

Nuevos triunfos de la ética. Osvaldo Bayer

 
   Sí, ya lo hemos repetido muchas veces aquello de “puede pasar mucho tiempo, pero al final la ética siempre triunfa”. Pasaron 39 años desde que el gobierno de Isabel Perón-López Rega prohibió mi libro La Patagonia rebelde y el film del mismo nombre. Y 37 años de que, durante la dictadura de la desaparición de seres humanos y de libros, el teniente coronel Gorleri –hoy general de la Nación– quemara mis libros de La Patagonia rebelde. Lo hizo por “Dios, Patria y Hogar” según el comunicado firmado por él (lema igual que el del dictador español Francisco Franco, que cometía sus crímenes por “Dios, Patria y Familia”).
Pues bien, se ha producido finalmente el triunfo de la verdad histórica: la Legislatura de la provincia de Santa Cruz aprobó el proyecto de que esos cuatro tomos de La Patagonia rebelde sean material de estudio en los colegios secundarios, y el gobernador lo refrendó convirtiéndolo en la Ley 3322, dándole “plena vigencia”, y se implemente “a través del Consejo Provincial de Educación en lectura obligatoria” para “promover el análisis y la discusión posterior”.
De quemados a leídos. Un triunfo final de la verdad histórica. En todos estos años pasados desde su publicación, ningún historiador militar ni ningún historiador del partido de la UCR –ya que la masacre se hizo durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen– pudieron demostrar lo contrario de lo que en esos cuatro tomos de La Patagonia rebelde se denuncia sobre la cruel e irracional represión contra los peones de la tierra patagónica por el Ejército nacional. Por fin, pues, ha triunfado la verdad.

02 noviembre, 2013

En democracia, la autocrítica significa dar un paso adelante. Osvaldo Bayer

La tapa de Osvaldo Bayer íntimo. Conversaciones con el eterno libertario, el libro de Julio Ferrer (Ed. Continente) que ambos presentaron en la Feria muestra a un joven Bayer saliendo de Alemania, con el fondo de una casa agujereada por las balas de la Segunda guerra. El está parado, posando, valija en mano. Es su regreso del exilio, el viaje de vuelta a su Argentina. Es el principio de otra historia, para él y para la Argentina.

“Estoy muy agradecido y feliz. De ser perseguido por mis libros, de tal manera que tuve que irme, ahora llega este reconocimiento”, dice Bayer. Se refiere al libro de Ferrer, claro, una gran entrevista que vuelve al texto casi una autobiografía autorizada, y también a una serie de cuatro capítulos titulados Mundo Bayer, que se ve los viernes en el canal Encuentro. Pero hace una pausa Bayer, y dice que también siente pena. “Por Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti, que como otros, no puedan disfrutar de los homenajes que también les hacen a ellos”.

30 octubre, 2013

Hace 30 años: terminaba la dictadura y el peronismo perdía por primera vez

Proceso de Reorganización Nacional, como ambiciosamente se había autodenominado la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976. Desde ese momento, empezaron los reacomodamientos de cara a las urnas. Las fuerzas políticas y sindicales que ya habían comenzado a salir del letargo antes de Malvinas se lanzaron decididamente a la calle, con un reclamo de libertad y justicia.
     La derrota de Malvinas, en junio de 1982, marcó el comienzo del fin del
Desde el año anterior, se había iniciado la movilización política y sindical ante el evidente desgaste del gobierno militar y su fracaso económico. De hecho, la operación Malvinas nació del intento de la cúpula del Proceso de buscar una salida al empantanamiento, recuperar consenso y hasta conquistar la gloria.

A mediados de 1981 se había conformado la Junta Multipartidaria, por iniciativa del líder radical, Ricardo Balbín, y con la finalidad de negociar con el general Roberto Viola, que ocupaba entonces la presidencia desde la cual había llamado a un "diálogo", obviamente condicionado por las armas.

Poco después, desgastado, Viola fue remplazado por el general Leopoldo Galtieri.

Los sectores sindicales más combativos, reunidos en la CGT Brasil (la central sindical estaba dividida ente este sector y el dialoguista, o CGT Azopardo) convocan a una marcha el 30 de marzo de 1982 a plaza de Mayo. En la represión, hay un muerto y cientos de detenidos. La situación política y social es muy tensa, pero, 48 horas después, el 2 de abril, los militares desembarcan en Malvinas.

La tregua con la sociedad durará hasta la rendición, el 14 de junio. Galtieri renuncia y asume el general Reynaldo Bignone, que anuncia el levantamiento de la veda política e intenta negociar con la Multipartidaria. Pero ya no había freno posible para las demandas de apertura. 


La hora de las urnas
Balbín había fallecido en septiembre de 1981. Era la hora de Raúl Alfonsín, líder del Movimiento de Renovación y Cambio, corriente interna del radicalismo, con la cual se impone primero como presidente del partido y más tarde como candidato a presidente. 

27 octubre, 2013

La placita de mi barrio. Osvaldo Bayer

Mi familia llegó a la Capital en el año 1934, cuando yo tenía siete años. Fuimos a vivir al barrio de Belgrano. Allí, a una cuadra de nuestra casa, estaba la placita que hoy se llama Alberti, en la calle Arcos y Roosevelt (calle que antes tenía el bello nombre de Guanacache). Esa placita –de una manzana– era nuestro lugar de juegos. Era muy bella, con un césped bien verde y muchos árboles y flores. Había rosas, margaritas, jazmines y cien flores más. Parecían cuadros pintados. Sí, había un llamado placero que cuidaba que no pisáramos ni el césped ni las flores, ni que tampoco arrancáramos esos bellos productos de la primavera y el verano. Nosotros jugábamos en los caminos a la mancha, a la cupa, corríamos carreras, a la bolita, a llevarnos a cocochito y a otros cien juegos más de aquella época, con los cuales no pisábamos el césped ni los jardines. El placero nos sonreía pero nos retaba si alguno no cumplía con la orden no escrita de no pisar los canteros.
Hoy, la enorme tristeza. Para los niños y para los adultos que alguna vez fueron niños y recuerdan aquel colorido paisaje de nuestra plaza. La querida placita de mi barrio es nada más que un baldío sin flores ni césped. Es pura tierra hecha polvo. Ya no existe la profesión de placero.
Y aquí viene la pregunta: ¿por qué el señor Macri, supremo hacedor de esta capital cada vez más triste y sucia, amontonada y ruidosa, con cada vez menos niños y cada vez más ruidos, no hace cuidar para nada nuestras plazas pero sí les pone rejas?
He vivido en muchas ciudades del mundo y jamás he visto algo así. ¿Es un producto de la irracionalidad o de la deshonestidad? No cabe otra disyuntiva. ¿Por qué, por ejemplo, no hay más placeros en nuestras plazas? Aquellos hombres pacientes que recorrían los espacios verdes para cuidar que nadie le hiciera daño. Por razones económicas, me responden. ¿Por qué se ponen rejas a los paseos públicos? Para que de noche no vengan los vagos y malentretenidos a dormir en sus bancos, me responden. Una respuesta más irracional que la otra, más mezquina que la otra, más inhumana que la otra.

11 octubre, 2013

Alice Munro, el arte de una voz marcada por la discreción

Es una notable cuentista canadiense, que encontró a sus lectores globales hace poco. Se destaca su maestría en el realismo y su destreza en el relato. Es la decimotercera mujer que gana el Premio.
 
Debió parpadear rápido, incrédula ante la noticia con que su hija la despertó a las 4 de la madrugada. Alice Munro no se encontraba en su casa cuando la llamó la Academia sueca con el anuncio pero hizo sus declaraciones temprano por la radio estatal de Canadá. “Parece imposible”, dijo. “Tan espléndido que no tengo palabras. Espero que esto haga por que la gente tome el cuento como un arte importante, no un pasatiempo hasta tanto llegue la novela”.
El Nobel distinguió a una creadora indudable (Secretos a voces, Escapada, Demasiada felicidad, Mi vida querida, entre once libros de cuentos traducidos al castellano, más La vida de las mujeres, novela, y las bellas memorias de La vista desde Castle Rock), a quien consideró “experta en el cuento contemporáneo”. Es un premio de consenso para quien tiene decenas de miles de lectores en Norteamérica pero cuya trascendencia internacional logró hace pocos años -y un fallo que deja en improbable espera a novelistas como Don DeLillo y Philip Roth.
Nacida en 1931, Alice Munro creció en medio de la nada en el estado de Ontario (en el país más grande del globo y uno de los más deshabitados), en el criadero familiar de zorros y visones, en tiempos de penuria económica y abrigos de piel. Aún vive en Clinton, un pueblo de 3.000 habitantes no muy lejos de donde nació, en el sudeste del estado. Pero aunque ese ha sido el principal escenario de sus relatos, su voz no cultivó la marca regional. Uno de los pocos reportajes concedidos en su vida, a la revista The Paris Review, consigna que la librería más cercana le queda a unos 48 kilómetros -en Stratford-, y que sigue usando una máquina manual de carretel.
Munro ha sido comparada con Anton Chejov por su penetración psicológica y su maestría en el realismo. La mayoría de sus personajes atraviesa momentos de cambio o inestabilidad y despliega eso que podríamos llamar el enigma del prójimo. Transcurren en comunidades suburbanas o rurales, aún más despojadas debido a la parquedad de sus vecinos. Pese al realismo, su estilo suele tomarse libertades en los tiempos de la narración; pasado y presente, con los pasajes del recuerdo, a menudo se encabalgan. Ella misma dijo alguna vez que sus historias podrían ser las que se oyen en una cocina mientras las mujeres cocinan para muchos invitados.
Al comentar Castle Rock, la británica Hilary Mantel la elogiaba por haber expandido el género de memorias “más allá de los confines de una vida”. Es allí, observa Man tel, se aprecia todo el arco de su estilo, con sus “formas narrativas difusas, que proceden como un oleaje, las delicadas ondas de alusiones, la implicancia, la perdurable resaca de los intercambios humanos”. Y es cierto que quizá su mayor destreza resida en la alusión, en el dominio de un arte discreto.
Al conocer la noticia, la compatriota Margaret Atwood escribió en el diario The Guardian: “Ella es la quintaesencia de lo canadiense. Ante el Nobel, actuará con modestia, no se hinchará de orgullo. El resto de nosotros, en esta magnífica ocasión, nos hincharemos por ella”. Aunque es la primera canadiense premiada con el Nobel, Munro es próxima a una tradición literaria -la Norteamérica anglosajona- riquísima en autoras de ficción -Edith Wharton, Willa Cather y Katherine Ann Porter, todas ellas premio Pulitzer, la magistral Flannery O’Connor, las contemporáneas Mary McCarthy, Joyce Carol Oates y Joan Didion. Pero todas ellas son estadounidenses. A diferencia de estas, no indaga tanto en la subjetividad como en la relación de un individuo con su marco, la familia, la comunidad, la ley en sus diversas sujeciones. Y al cabo, el enigma de los semejantes puede quedar oculto para ceder el plano a la sustancia del amor y el resabio de los odios, a lo callado que se dice tardíamente.
La figura literaria de Munro parece el reverso de la última escritora que ganó el Nobel, la austríaca Elfriede Jelinek, una novelista de ruptura que interpela con violencia al lector. En contraste, Munro parece haber sido feliz, una mujer identificada y agradecida con el destino -aunque ella no use esta noción, con su linaje homérico, y prefiera referirse a los imponderables de la vida. Cuando le preguntaron por el título Mi vida querida, uno de sus últimos libros, replicó: “Escuché esa frase de niña y tenía toda clase de sentidos. ‘¡Ay, mi vida querida!’ podía significar que uno se sentía abrumado por las exigencias que debía afrontar. Uno siempre escucha que la gente se cuenta historias para ilustrar, supongo, lo extraña que es la vida.” La sencillez es artificio, por lo tanto; enmascara su densidad.
En el artículo subido ayer en The Guardian, Atwood recordaba que el camino de la autora al Nobel “no fue fácil”. Al comienzo Munro fue menospreciada como “una ama de casa” y por “demasiado doméstica”. Leída hoy, no es ajena a la eficacia de su prosa la astucia comedida con que mira lo cotidiano.
Ha recibido antes varios premios, como el Man Booker Internacional, el PEN/Malamud, a la excelencia en ficción breve, y el premio nacional del Círculo de Críticos Literarios. Munro es su primer apellido de casada; hoy vive con su segundo esposo, Gerry Fremlin.

Fuente: clarin.ar

23 septiembre, 2013

La Livertá. Osvaldo Bayer

Hemos esperado unos días. Para que sirviera como reflexión y no como crónica de un suceso. La semana de la memoria he estado en la Patagonia. En Santa Cruz. Tierra para recorrer, admirar, pensar. Nunca lo hubiera imaginado cuando hace cuarenta años inicié la investigación de aquel crimen horrible e inexplicable de los fusilamientos de peones rurales de 1921. Esta Semana de la Memoria, Santa Cruz se la dedicó a ellos. Por supuesto fueron punto de partida para memorizar todo lo que se cometió en estas tierras increíblemente bellas y creadas para la meditación. Me sorprendió. Estuvo todo el pueblo en los actos. Se recordaron las huelgas rurales en todos sus detalles. Es la historia carnal. Inexplicable. No hay explicación. Fusilados por huelguistas.

En Gobernador Gregores –ciudad a la que yo llamo Cañadón Font, porque antes se llamaba Cañadón León, pero el verdadero protagonista de esa región fue el gaucho José Font, “Facón Grande”, héroe de esa huelga justa y noble; por eso “Cañadón Font” y no Gregores, nombre impuesto desde Buenos Aires–, ahí, prosigo, hubo un desfile en el cual participó todo el pueblo. No voy a dar nombres, porque tendría que citar también, entonces, a cada una de esas personas que pusieron el rostro: pueblo, y también presentes desde el gobernador hasta el último funcionario.


Allí se oyó vibrar la palabra cuando se recordó a los mártires del trabajo caídos por las balas del 10º de Caballería. Entre ellos, Facón Grande, el entrerriano, que sin ser peón salió al frente de las peonadas porque comprendió que era justo defender a los trabajadores de la tierra contra la explotación del latifundismo creado por Roca.

Pero todo comenzó en Río Gallegos con actos en la universidad y en la Dirección de Cultura. Y de allí salir a recorrer esas distancias infinitas y volver a vivir la emoción del recuerdo. Se marcó el circuito histórico-cultural. Sí, un turismo cultural que ayuda a saber y comprender la historia de los pueblos.

14 septiembre, 2013

Hace 90 años. Osvaldo Bayer

A noventa años de los fusilamientos de peones rurales en la Patagonia. Muerte injusta en el paraíso. Allí, cerca de uno de los paisajes más hermosos del mundo, esos pobres trabajadores de la tierra que pedían tan poco fueron asesinados por el Ejército Argentino, por orden del teniente coronel Héctor Benigno Varela, jefe del 10 de Caballería, por el bando de pena de muerte otorgado por el presidente Hipólito Yrigoyen, en 1921.

Estamos frente a la tumba masiva en la estancia La Anita, en Santa Cruz. A doscientos metros de ella, la construcción muy humilde que los recuerda. Allí realizamos el acto, como todos los años en esta fecha. El 8 de diciembre. Hubo música de guitarra gaucha, la voz de un cantor del pueblo y las voces emocionadas de varios oradores. Expresamos nuestro dolor ante un crimen oficial tan injusto, cruel y siempre impune. Jamás sus autores fueron juzgados. El fusilador teniente coronel Varela, sí, fue muerto por la ira del pueblo, en manos del anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens, que hizo volar por el aire al orgulloso militar argentino.



Pero el gran responsable de los crímenes oficiales cometidos contra los trabajadores del campo fue el presidente Yrigoyen, ya que le dio al militar Varela el bando de la pena de muerte “por subversión”. Señor presidente: una huelga no es subversión. Subversión fue aquella traición a la democracia que hizo años después en la década del treinta el general Uriburu quien lo derrocó a usted. Y no la justa huelga, el grito de nobleza rebelde de cientos de peones patagónicos que querían vivir con un poco más de dignidad y no como verdaderos esclavos de los dueños de todo en aquellas latitudes sureñas. En el acto del jueves pasado recordamos en toda la verdad, tan cerca del Lago Argentino, la memorable sesión de la Cámara de Diputados en el Congreso de la Nación, poco después del crimen de los fusilamientos, cuando la oposición pidió aclarar el porqué de los crímenes que acababa de cometer el Ejército y la responsabilidad del presidente Yrigoyen en ese crimen cometido por el partido radical gobernante. Pero en ese debate el único camino que el radicalismo vio para negar la verdadera justicia fue votar en contra de todo proyecto de investigación sobre los fusilamientos de peones. E Yrigoyen tuvo una actitud poco democrática, no aceptó enfrentar a la oposición en el Congreso de la Nación ni responder a las preguntas del porqué la pena de muerte en las pampas argentinas contra los más débiles. Siempre, Yrigoyen se negó a tratar de explicar el deleznable y cobarde crimen oficial.


El público presente en el acto del jueves pasado frente a la estancia La Anita, bajo un cielo absolutamente celeste, fue casi todo joven, y esa juventud gritó tres veces la palabra “Justicia”. Sí, allí en esa tumba masiva de los asesinados por el fusil del ejército argentino están enterrados trabajadores de todas la provincias argentinas y chilenos venidos de la isla Chiloé, por eso llamados “chilotes”. Y también anarquistas españoles, rusos y alemanes que enseñaban la teoría del socialismo en libertad.

En nuestras palabras, dichas con la enorme tristeza de que nunca oficialmente los argentinos hemos reconocido el crimen, recordé aquella sesión de diputados de enero de 1922, donde el representante socialista De Tomaso comenzó diciendo con voz emocionada: “Señores diputados, ha ocurrido en el territorio de Santa Cruz una tragedia horrible. Se ha hecho una pesada atmósfera de silencio en primer lugar por la prensa grande. Nosotros, que tenemos informes precisos de lo que allí ha ocurrido, nos haríamos cómplices voluntarios de ese silencio si no denunciáramos esos hechos y no pidiéramos la investigación que exige el decoro del país. No hagamos un juego de ocultaciones ni de disimulos. Lo que pasa es que en este caso, las víctimas son pobres diablos, como se dice en el lenguaje de los ricos, son peones, son carreros, son ovejeros. Aseguro a la Cámara que muchos de los cadáveres todavía están insepultos en el campo donde se produjeron los fusilamientos. Todavía llegaría a tiempo la comisión para ver los restos de algunos cadáveres que fueron quemados con nafta derramada sobre ellos por las tropas del ejército”.

Pero los radicales votarán en contra de toda comisión investigadora. Y se acabó. Los muertos, muertos están. Fusilados sin juicio previo. El teniente coronel Varela había sido el juez supremo. La democracia había recibido una puñalada por la espalda. Se había cometido el mayor crimen contra los trabajadores de la tierra de nuestra historia. Pero las pruebas quedaron. Ahí están las tumbas masivas en todo el territorio santacruceño. Todas están ya marcadas. El pueblo les lleva flores. Se los acaba de recordar. En cambio, para los fusiladores no hay ningún homenaje. Los estancieros, los beneficiados, miran hacia otro lado, para ellos la historia no existe.