24 noviembre, 2010

Ana María Matute ganadora del premio Cervantes 2010

La escritora española Ana María Matute ganó este miércoles el Premio Cervantes 2010, que ha reconocido así a una autora maestra en el arte de contar cuentos, ajena a modas literarias y amante del bosque, lo medieval y la mirada infantil.

Ana María Matute, de 85 años de edad, se convierte así en la tercera mujer en recibir el premio, considerado el Nobel de las letras hispanas, tras la española María Zambrano (1988) y la poetisa cubana Dulce María Loynaz (1992), como destacó la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, al anunciar su nombre.

La escritora acaba de publicar un recopilatorio de su narrativa breve, incluyendo sus famosos cuentos y artículos periodísticos, bajo el título de “La puerta de la luna”, y prepara una nueva novela.

El premio Cervantes, dotado con 125.000 euros, ha cumplido con la norma no escrita de ser entregado alternativamente a escritores españoles y latinoamericanos, ya que en 2009 fue a parar al mexicano José Emilio Pacheco.

Un jurado de once personas, en el que participó el ganador del Cervantes en 2008, el español Juan Marsé, seleccionó, en seis votaciones y por mayoría, el nombre de Matute, que en los últimos días sonaba con fuerza para hacerse con el galardón.

En una reciente entrevista con el diario El País a propósito de la publicación de “La puerta de la luna”, Matute afirmó que si le daban el premio “daría saltos de alegría”, aunque no mostraba en sus declaraciones gran esperanza en recibirlo, tras llevar años sonando como posible ganadora.

“No escribo para ganar premios, gano premios porque he escrito libros”, afirmó entonces.

Sin embargo, Ana María Matute ha ganado muchos galardones en su extensa carrera literaria, incluyendo el Premio Planeta en 1954 por “Pequeño Teatro” y el Nacional de Literatura 1959 por “Los hijos muertos”. Finalista del premio Nadal en 1947 por “Los Abel”, lo ganó en 1959 con “Primera Memoria”. También ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por “Solo un pie descalzo”, en 1984.

En 1998 ocupó el asiento K de la Real Academia Española de la Lengua, a la que había ingresado dos años antes y en la que fue la tercera mujer en entrar en 300 años, tras la escritora Carmen Conde y la historiadora Carmen Iglesias. Después llegarían la científica Margarita Salas y la escritora Soledad Puértolas, que entró hace unos días.

Matute fue una narradora precoz: a los cuatro años, y tras estar a punto de morir por una infección de riñón, escribió e ilustró su primer relato. Desde entonces continuó trabajando en la literatura y con 17 años envió a la editorial Destino su primera novela, ‘Pequeño teatro’, publicada años más tarde tras ganar el Planeta.

De familia barcelonesa acomodada, Matute tiene un hijo, Juan Pablo, nacido en 1954. En su obra, la infancia y la Naturaleza siempre han ocupado un importante papel, y los cuentos, que ahora ha recopilado, son uno de los géneros en los que mejor se ha movido la autora, que llegó a trabajar para la editorial Destino publicando en este género.

Matute pertenece a la generación literaria de los años 50, aunque su obra, lírica y a la vez realista, se enmarca de forma independiente, eligiendo a veces esa mirada infantil o juvenil como forma de distanciamiento de una dura realidad, marcada por una infancia dentro de la Guerra Civil española (1936-1939).

Entre las obras de la escritora barcelonesa destacan, además de las mencionadas, “Luciérnagas” (1993), “Olvidado rey Gudú” (1996), “Aranmanoth” (2000) o “Paraíso inhabitado” (2008), la que aseguró que sería su última novela, aunque de nuevo está “madurando” una nueva historia.

Prestigioso galardón en las letras hispanas, el Cervantes ha ido a parar en años anteriores a autores como el español Juan Marsé, que lo ganó en 2008, el argentino Juan Gelman (2007), Jorge Guillén (1976, en su primera edición),el Cubano Alejo Carpentier (1977), el argentino Octavio Paz (1981), el español Francisco Ayala (1991) o el último Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa (1994).

El premio Cervantes, concedido por el Ministerio de Cultura anualmente, no puede ser dividido, ni declarado desierto, ni concedido a título póstumo.

Matute recibirá el 23 de abril de 2011 el premio de manos del rey Juan Carlos I en una ceremonia en la localidad madrileña de Alcalá de Henares, cuna del autor de “El Quijote”.
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“Yo me he caído de alguna galaxia”

Señora académica, ¿ve a menudo a su colega Cela?
Alguna vez nos cruzamos en la Academia, tomamos un café…

¿Qué le parece la que ha liado al hablar del centenario de Lorca?
No hablaré de eso. Yo sólo hablo de literatura

Ah. Pues, ¿qué le parece la literatura de Cela?
Me parece un gran escritor

¿Y qué le parece como persona?
Quiero mucho a Cela. En el fondo, es intrínsecamente bueno. En un momento terrible de mi vida, hace muchos años, él y su primera mujer, Rosario Conde, fueron para mí como un padre y una madre. Fueron los únicos que me ayudaron. No lo olvido. Soy agradecida y no diré una palabra contra Cela.

Lo que dijo sobre Lorca y los homosexuales…


¿Qué significa Lorca para usted?
Yo tenía ocho años cuando, un día, en el colegio, antes de la guerra, una maestra nos trajo un poema. Era de Lorca, aquel de “la Luna se fue a la fragua”. ¡Me impresionó! ¡Era tan diferente a todo! Cuando lo mataron, me estremecí. Era una figura extraordinaria.

¿Por qué fue terrible el pasaje de su vida al que aludía?
Prefiero no hablar de ello.

Pues volvamos a la Academia. ¿Qué tal está ahí, como única mujer entre hombres?
Es un lugar muy agradable con gente muy agradable. Me dicen que estoy ahí por mis méritos, no por ser mujer. Pero yo esto allí como en todas partes: sin saber muy bien por qué. Yo me he caído de alguna galaxia.

Me parece que se siente usted de otro mundo, más que de éste.
Sí. Desde niña me sentí en otra parte: veía el mundo como desde un palco, nunca desde dentro. Yo era una niña con muchos miedos, era tartamuda…

¿Y cómo se curó?
Me curaron los bombardeos de la guerra. Mis padres, mis hermanos y yo nos cogíamos de las manos y nos pegábamos a la pared maestra, a ver caer las bombas alrededor.

Habría también momentos gratos…
Había un castigo que consistía en encerrarme en un cuarto oscuro. ¡Pero para mí era muy agradable! Allí dentro yo vivía una vida agradable. Los contornos de los armarios cambiaban de forma, la realidad se transformaba…

¿Vive usted todavía en su infancia?
A mí me empujaron fuera de la infancia, pero algo de mí sigue allí. La infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, poético y también cruel, pero sin babosidades.
Cuándo llega la noticia de que un niño ha matado a otro, ¿qué piensa?
Me da pena, porque significa que no hemos avanzado nada. Siempre ha habido niños que han matado. Estamos como en el siglo X.

Como en “Olvidado Rey Gudú”, su última y muy vendida novela.
Las ideas y las ideologías pasan y mueren. Lo que no cambia son los sentimientos: el ansia de poder, la envidia, los celos, el odio, el amor… Son hoy igual que en el siglo X, y todo eso está en mi novela, con forma de cuento de hadas.

Aunque con personajes más brutos.
Ay, hijo, ¿no conoces tú hoy a gente de apariencia muy fina pero que son bestias increíbles? Yo sí, yo sí, yo sí.

¿Ha sido usted cruel alguna vez?
Cuando me enfado puedo decir cosas muy crueles de las que me arrepiento mucho luego…

¿Por ejemplo?
Una vez, de niña, le dije a un niño que no le quería, y era mentira. No iba a volverle a ver. No sé por qué lo dije, pero aún pienso en él a menudo…

¿Tiene sentido de culpa? ¿Reza?
Rezo cada noche a mi ángel de la guarda, que aún no sé cómo se llama. Busco su nombre hace años. Yo fui católica, luego me hice atea, pero eso era muy poco divertido… y, bueno, ahora me lo amaño a mi manera.

¿Cree en la vida en el más allá?
No puedo creer que mi parte no corruptible acabe con el resto. Necesito y deseo creer que eso perdura, no sé cómo ni dónde.

Perdura en los libros, ¿no?
La verdad es que “Olvidado Rey Gudú” es el libro que desde niña quise escribir, y ahí está todo lo que soy, está Europa, la cultura de la que vengo.

¿La Europa de Maastricht?
Cuando oigo hablar de eso me suena rarísimo. Dicen: “ahora que somos europeos”. Oiga, eso usted: yo he sido europea siempre, desde que leía a Andersen de niña.

¿A qué parte de Europa viajaría este verano?
He viajado ya tanto… Hijo, lo que me gusta es quedarme en casa, en ese sillón, haciendo el crucigrama de La Vanguardia, de Fortuny. Dígale que me lo paso fenomenalmente, que es un cachondón. Son difíciles, pero he cogido el tranquillo y los saco.

(Entrevista de Víctor-M. Varela)-La Vanguardia (19/06/1998)
© Ana María Matute 2007 | www.anamaria-matute.com

20 noviembre, 2010

17 noviembre, 2010

Modérese, José Pablo, modérese. Osvaldo Bayer

El viernes 26 de mayo de 2006, en el suplemento "Los que no fueron tapa", el filósofo didáctico José Pablo Feinmann me dedica una contratapa llena de sol titulada "Diga ‘whisky’, Osvaldo". Una nota plena de agudeza y bondad para con mis defectos. Pero que me dejó al desnudo, entregado a los diablos, con las manos atadas. ¿Por qué, don José Pablo, no siguió escribiendo de filosofía? Por qué justo viene a ventilar mis amores con Marlene? Sí, con Marlene Dietrich, la rea, la turra, la buena, la linda, la hermosa, la diosa, la Diosa. Ella que viene todas las noches cuando me va llegando el sueño, me besa la frente, y yo entro en el dulce sueño. Sí, desde que José Pablo alcahueteó a los lectores esos apasionados castos besos en la frente, Marlene no ha venido más. Ya no puedo dormir, me levanto, miro el cielo estrellado en el patio y le pido por favor. Pero ella no viene más. Y para colmo, desde la nota de José Pablo Feinmann, todas las noches me visitan los ex amantes de Marlene y me ponen contra un rincón y amenazan con despanzurrarme. El más enojado conmigo es el pacifista Erich María Remarque, sí, sí, el de Sin novedad en el frente, quien me grita con acento del Rhin: "Así que vos, viejo ortiba, me querés birlar a la Nena..." Me hacen acordar estas escenas a cuando yo tenía siete años y debía confesarme y comulgar con el padre Camilo Portomeñe, gallego y franquista, quien cuando estuve arrodillado entre sus piernas vio que de mi libro de misa se me había caído una estampita y me preguntó: "¿Quién es?" Y yo, apresuradamente la quise esconder y le respondí: "La Virgen María, padre", pero él, desconfiado, me la arrebató y era Marlene Dietrich desnuda. Todavía recuerdo el bife a la medida que me zampó y, mientras me daba unos pellizcos que me llegaban a los huesos de los brazos, me repetía con los ojos encendidos: "Te vas a ir al infierno, macaco, te vas a ir al infierno".

Pero todo lo contrario, con ella toqué el cielo con las manos. Con ella llegó el séptimo cielo. Sin necesidad de filosofía, don José Pablo. Poesía, poesía pura, de piel, de color de ojos, de pestañas que se cierran y se abren sonriendo, de labios que... sí, sí, que besan en la frente y pueblan mi cabeza sin pecado de sueños que van desde las noches navegadas por el Paraná a los campos santafesinos sembrados del lino azul o a escuchar los ecos de la voz de Loreley por el Rhin mientras se oyen los remos que se meten en el agua.

Claro, usted, José Pablo Feinmann, el filósofo, sabía esto y me lo ha querido guanaquear, dándolo a la prensa. Desde su nota ya ella no ha venido más pero sí sus amantes. Jean Gabin, borracho, me ha soltado los peores insultos en marsellés; Maurice Chevallier me largó un gargajo donde antes me besaba ella. Ella. Rudi Siebert, su marido, me quiso azotar, histérico, diciéndome: "Ella nunca me fue infiel, ¿me entiende?" El idealista de la incredulidad, Josef von Sternberg, su director, me agravió: "Usted, cafiaspirina, jamás la va a poder dirigir y someterla como yo y hacerle cantar: ‘Yo soy la fresca Lola’, ‘Estoy preparada para el amor desde la cabeza a los pies’, ‘Atentti con las mujeres rubias’ y la inolvidable ‘Lola, Lola’. Rea berlinesa, absolutamente turra, malhablada, puta y putona, putísima". Y von Sterbenrg me pone nervioso y no quiero escucharlo más cuando me espeta: "Sabe Bayer cómo me decía ella –y aquí baja la voz–, me decía siempre papito". Pienso con envidia: "A mí nunca me llamó así". Cuando von Sternberg se va, triunfante, me acuerdo de aquella crítica de cine de 1932: "Marlene Dietrich es la fascinación misma, como jamás lo fue ni lo será ninguna otra mujer. El juego narcotizante, mudo, de su rostro y de sus piernas, la voz oscura y pecaminosa, hace nacer en nuestros cuerpos una calidez que nos obliga a levantarnos". Bueno, pero no hay que seguir, dejémoslo ahí. Porque si no me voy a poner como Jean Gabin. Sí, es cuando recuerdo aquella escena donde ella, Marlene, que viste frac y sombrero de copa, canta, se aproximaa otra bella mujer y la besa en la boca... Y después dirá desafiante: "Lo único que diferencia a la mujer del hombre es que ella se puede quedar embarazada". Sí, y pasemos de largo esa parte de sus memorias donde ella, con cierto reproche a sí misma, escribe: "El mejor de todos mis hombres fue Erich María Remarque. Cómo me acariciaba, qué dulces eran sus frases. Y pensar que le fui infiel en ese tiempo... con nueve hombres y tres mujeres". Y luego cantaba aquello de: "Hombres me rodean como polillas a la luz, y si se queman, que se jodan". Y en casa va a usar sólo pantalones. Pero también era una mamá. De ella se ha escrito: "Marlene y los hombres. Ella les hace regalos, les cocina y limpia para ellos, hasta les plancha sus camisas. Los consuela maternalmente y, por supuesto, mucho sexo y amor, pero no les admite celos". Erich María Remarque le seguirá escribiendo las más inspiradas cartas de amor: "... Corazón de mi corazón. ¡Tú vives! Mariposa, dulce saludo del verano en mi frente llena de fuego por ti". Claro, pero una vez se va a enterar que ese día en que él le había escrito eso, ella le había cocinado ragout a Jean Gabin y le había maseajeado sus pies de marinero. Pero Marlene no admite reproches, sabe que luego a los dos les cantará esa de cowboys, mientras –en su papel– se coloca los dólares en el escote y se manda cuatros whiskies al hilo: "Pregunta qué es lo que quieren los muchachos en la taberna". Después vendrán John Gilbert, Greta Garbo, Douglas Fairbanks jr.. Y Ernest Hemingway.

Ella se quejará, a pesar de todos sus amores, de los hombres. Nunca perdonará que la primera vez, el hombre que le tocó la gran oportunidad ni se quitó los pantalones. Era una exquisita. No, no se le podía hacer eso a Marlene. No.

Por eso, nada más que el beso sutil en la frente todas las noches, al entrar en el sueño. Pero sólo entre nosotros dos. No para los diarios. Y menos escrito por un filósofo. No, José Pablo. Continuá por favor con tus enseñanzas filosóficas, que sos el que mejor sabe hacerlo. Sólo un pequeño pedido de un soñador: un poco más de Kant, José Pablo, un poquito más de Kant. ¿Te suena aquello de "La paz eterna"? No te parece maravilloso. La paz eterna. (Además, con Marlene. Te imaginás algo así. La paz eterna con Marlene. Esa podría tal vez ser la fórmula mágica para construir el camino al paraíso. Qué te parece esta propuesta: demos un curso juntos: vos, sobre Kant, y yo, sobre Marlene.)

Con respecto al monumento a Roca, no quiero ninguna centella divina que lo destruya, sino la convicción de las pruebas. Fue un racista, un egoísta, un hombre de la Muerte. Ya lo quitará de allí el verdadero pueblo, a pesar de sus representantes que, cuando me ven, rajan. (Uno de ellos: "Sabe Bayer, es que el General le puso General Roca al Ferrocarril Sur, ¿me entiende?) No, no lo entiendo, lo que debe valer es el valor de la vida y no el Remington.

Ah, y una cosa, José Pablo: cuando me quieren sacar una foto donde yo sonría, no digo "whisky". Digo: "salud y anarquía". Que tal vez podría cambiar por: "Salud, anarquía y un poquito de Marlene".

Página/12, 03/06/06

12 noviembre, 2010

La historia no perdona. Osvaldo Bayer

La historia no perdona, el tiempo va clarificando indefectiblemente. Acabo de volver de Puerto San Julián, la pequeña y nostálgica ciudad patagónica. Allí hablamos sobre su historia y me hicieron conocer la iniciativa popular de hacer un homenaje a Albino Argüelles, ya sea con un monumento que lo recuerde o con el nombre de una calle. Albino Argüelles fue secretario general de la Sociedad Obrera de San Julián, herrero de oficio y afiliado al Partido Socialista. Fue quien organizó las columnas de peones rurales patagónicos en la huelga de 1921, en la cual se pedían mínimas mejoras en las condiciones de trabajo. Cuando llegó la tropa represora del capitán Elbio O. Anaya, les pidió parlamento a los dirigentes huelguistas, los apresó y luego de hacerlos castigar duramente ordenó su fusilamiento. En el recuerdo, Albino Argüelles quedó como un hombre limpio, responsable, que no abandonó en ningún momento a los hombres de campo. Era considerado el más inteligente de todos los dirigentes obreros. Su muerte fue un asesinato vil y disfrazado por el capitán Anaya en su parte militar como "muerto mientras trataba de huir". La acostumbrada ley de fugas que en tiempos más actuales se convirtió en "desaparición" de personas. De concretarse este homenaje San Julián sería la tercera población que reivindique a los protagonistas de esas huelgas épicas de hace setenta años. Río Gallegos reivindicó a Antonio Soto, poniendo su nombre a una calle, y la localidad de Gobernador Gregores tiene una escuela con el nombre del legendario entrerriano José Font, llamado por la paisanada Facón Grande. La única iniciativa que no pudo ser concretada fue la de propiciar en las escuelas de Santa Cruz la lectura de La Patagonia Rebelde, que describe las heroicas huelgas y su cruel represión. La iniciativa fue votada por unanimidad de los bloques de la Legislatura -menos el voto en contra de la legisladora radical Sureda, hija de un represor- pero fue vetada por el gobernador peronista Puricelli, hoy ultramenemista y funcionario del gobierno nacional. La medida represiva sólo logró aumentar el interés de los patagónicos sobre su historia tan negra y escondida. La alegría obtenida en San Julián continuó a mi regreso a Buenos Aires cuando se me informó que había sido promulgada la ordenanza que fija el día 30 de abril en la Capital como "Día del Coraje Civil". El proyecto del concejal Eduardo Jozami -un nombre para recordar- fue votado por todos los bloques menos por el menemismo. Y como no podía ser de otra manera, es un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo que justo el 30 de abril de 1977 salieron a la calle a pedir por sus hijos desaparecidos. En Holanda, en España, hay nombres de plazas y calles con ese título de orgullo para los argentinos: Madres de Plaza de Mayo. Pero aquí siguió el miedo: los jueves a las 15:30, todos lo pueden constatar cuando pasa gente que mira para otro lado durante la marcha de esas heroínas. Es que los "indiferentes" no quieren tener memoria, no quieren acordarse cuando murmuraban el clásico "por algo será" o el "viejas locas", el título de honor que les dio nuestro valiente general argentino Albano Harguindeguy desde las protegidas ventanas de la Casa de Gobierno.

Pero hasta en esta promulgación que nos llena de orgullo hubo el gesto mezquino, estreñido, del intendente Domínguez. La viveza ramplona consistió en dejar pasar el 30 de abril de este año -cuando la hubiera podido aprobar ya el 26 de ese mes-, de manera de no tener así que embanderar los edificios públicos en homenaje a esas luchadoras incansables. No la pudo vetar porque el coraje que les sobra a las Madres le falta precisamente a este señor que vaya a saber qué problema tiene de conciencia sobre su conducta ciudadana del pasado o por el sólo hecho de jamás haber acompañado a las Madres en su lucha noble y altruista. No podemos dejar de recordar las humillaciones que sufrieron las Madres en los años del oprobio, amén del asesinato de tres de ellas en manos de los marinos de Massera y Astiz. Hasta las crónicas de la dictadura no ahorraban burlas y mofas contra estas mujeres que eran todo valor y valentía. Por ejemplo, aquella del 15/6/78 de Noticias Argentinas que decía: "Medio centenar de mujeres que afirman ser madres, esposas o novias de ciudadanos desaparecidos desfilaban ayer en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, bajo una pertinaz llovizna y ante un compacto y heterogéneo grupo de periodistas extranjeros venidos a la Argentina para informar sobre el Campeonato Mundial de Fútbol. Varias decenas de personas comentaban animadamente el episodio en corrillos formados en el centro de la Plaza de Mayo y la mayoría de las expresiones estaban destinadas a criticar a los manifestantes y a los periodistas. Un señor maduro y bien vestido comentó refiriéndose despectivamente a los periodistas extranjeros que 'si quieren filmar manifestaciones en su país les rompen las cámaras, acá no sólo lo pueden hacer libremente sino que después salen diciendo barbaridades.' Muchos, acostumbrados a la presencia de las mujeres comentaron despectivamente 'Otra vez las locas de los desaparecidos'". Y el 23/6/78: "En cierto momento las madres discutieron airadamente con algunos de los presentes que les reprocharon 'no haber dado una enseñanza a sus hijos que desaparecieron o están bajo tierra, justamente porque no eran ningunos angelitos'. La presencia de los periodistas extranjeros también fue motivo de algunas voces de censura como que 'no debían prestarse a desprestigiar al país con mentiras o infundios y menos haciéndose eco de lo que dicen estas mujeres que están locas'. Cuando la manifestación se disolvió tres individuos de mediana edad, bien vestidos, que instaban a los presentes a gritar 'Argentina, Argentina' a la vez que tildaron de 'brasileños' a los que no lo hicieron, se alejaron del lugar en un automóvil Ford Falcon. Casi al mismo tiempo, una de las madres estalló en una crisis de nervios y llanto pero un jovencito de 24 años le gritó: 'No venga a llorar aquí en Plaza de Mayo, vaya a llorar a Luján'. Un holandés se acercó a la mujer y le entregó una flor. 'No ven que esto es un teatro bien orquestado', dijo un hombre de unos 50 años que había estado en todos los corrillos demostrando contra las manifestaciones. El holandés dijo que hay que consolar a los que sufren. Una transeúnte al escucharlo se largó a reír diciéndole: 'Aquí no sufre nadie. Somos finalistas y estamos todos contentos. Lo que pasa es que el domingo vamos a reventar a todos los holandeses'. Y así, en medio de risas del público, el holandés se retiró". Y en la crónica de dicha agencia -publicada en El Día de La Plata del 30/6/78- se lee el repudio de "un señor de mediana edad, ante un periodista de la NBC de Estados Unidos, exclamó indignado: 'Estos vienen aquí a sacar la basura. ¿Por qué no van a filmar a los miles de homosexuales que desfilan es su país cotidianamente?'". Apenas pocas semanas después el obispo argentino Octavio Dersi, rector de la Universidad Católica, afirmaba: "Conozco que países como Estados Unidos y otros de Europa reprochan a Latinoamérica la violación de derechos humanos y ellos tienen violaciones mayores legitimando el aborto. Pocos hablan de esa violaciones, como tampoco de las que se comenten en Cuba o en los países comunistas. No se ve una acción contra ellos pero sí contra la Argentina donde el país se ha defendido frente a la violencia y la guerrilla".

Tres reacciones parecidas: la del señor que habla de los homosexuales; la del obispo que ve un crimen mayor en el aborto que en la desaparición y la tortura, y la del intendente Domínguez, que les roba a las Madres unos días para que no se festeje este año el "Día del Coraje Civil". Pero si ellas triunfaron sobre los represores, ¿cómo no le van a hacer frente a estas mezquindades?

01 noviembre, 2010

Bruno. Osvaldo Bayer

Treviso (norte de Italia). Camino por el Prato di Fiera, hay aire de primavera aquí. Ya hay flores. Me vienen los recuerdos del sábado pasado. Uno de los momentos más increíbles de mi vida. En la Feria del Libro de Buenos Aires presentamos Carcoveando, un libro de relatos escritos por chicos de la villa de emergencia De la Cárcova, sí, la villa de José León Suárez, que esta ahí nomás, cercana a los basurales de la “Operación Masacre” descripta por nuestro querido Rodolfo Walsh. Sí, los chicos de una de las villas más carecientes, de esa escuela que tiene setecientos alumnos y no cuenta siquiera con un teléfono, fueron capaces de escribir un libro donde se mezclan las fantasías más inesperadas con las realidades fotográficas de la vida diaria. ¿La idea? De Claudia y Myriam, dos maestras de allí que los empujaron, los tomaron de la mano, les mostraron otros horizontes, los sacaron de la vida diaria de la villa y los llevaron al bosque de las ideas, a las alturas de los sueños y a la realidad de que ellos también saben expresar en palabras. Myriam y Claudia, sí, con chicos de ojos brillantes como estrellas y piel morena como la tierra. En la Feria del Libro. Dije allí que el ser humano nunca se va a dar por vencido y va a crear poesía donde los fusiles sólo quisieron la muerte como siempre. En aquel escenario de la masacre comenzaron a brotar las semillas pese a la muerte, al fuego, al egoísmo y los preconceptos. Y de la Feria del Libro, estos autores jóvenes como el amanecer irán “carcoveando” el 5 de junio al salón Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. Cuando se entere Borges va a murmurar: “la fantasía se ha adueñado del Barrio Norte”. Y hubiera escrito un cuento: “Los pibes de la esquina celeste”.

Pero de la alegría de lo justo a la profunda tristeza de lo inexplicable. En la madrugada del lunes el llamado: ha muerto Bruno.

Levanto la cabeza. Miro los libros, que me observan en la eterna espera. Los lápices, las hojas en blanco. Ha muerto Bruno, a los veinte años. Veo que hay apenas tres o cuatro hojas escritas. Con frases para el futuro, planes, sueños. Me levanto; sólo puedo insistir, no me rindo. Ya sólo me queda regar las plantas, que me observan, siempre más verdes.

Estoy ya en Treviso, camino por el Prato di Fiera. Todo esto lo vio adolescente a Bruno. El joven increíble que leía, discutía, soñaba y proyectaba. Era el libertario soñado por la utopía. Entusiasta, hacedor, con ganas de meter la vida en todo. También en las sociedades pacatas de intereses y codazos. Sí, él eligió el secundario “científico” y no el humanista aunque solo no podía salvar el mundo y necesitaba para hacerlo el pensamiento humanista. Esa búsqueda lo hizo abandonar sus estudios por un breve tiempo y dedicarse a recorrer Europa para conocer la vida. Lo vieron muchos llegar con miles de jóvenes a Heiligendamm, en Alemania, a protestar contra la reunión de los Ocho, el G-8, de los que manejan el mundo. Lo vieron a Bruno, en el momento en que avanzaban más de 800 policías y soldados contra la protesta juvenil, él, Bruno, en ese momento les salió al encuentro y sin ninguna defensa les gritó a los uniformados –pleno de humor y desprecio– esa palabra italiana que lo dice todo: vaffanculo. Todos se quedaron perplejos ante la valentía de ese muchacho con aire de poeta. Lo hubieran podido destrozar. Pero él se quedó inmutable, sonriente, demostrando que la decisión de un ser humano puede ser más digna y tenaz que mil gatillos y corazas. Esa palabra vaffanculo tendría que utilizarse en cada manifestación popular contra la represión del poder.

Después Bruno recorrió diversos países trabajando en las más humildes labores para ganarse la vida y para conocerla bien desde abajo. Ya en Treviso iba a recibir la injusticia bruta. Los cabezas rapadas fascistas lo iban a sorprender a él y a un amigo y los golpearon con ferocidad. Poco después se iba a repetir lo mismo en una plaza.

Luego reinició sus estudios pero no ya en Treviso, una ciudad cada vez más derechizada donde se vive un constante racismo contra los trabajadores extranjeros. Reinició sus estudios en Trieste, una ciudad distinta, con una población más internacionalizada. Para él fue una nueva vida. Uno de sus amigos lo describe así: “Era un placer ver a Bruno cuando estaba presente. Siempre demostraba alegría. Era inteligente, simpático, hablaba cuatro idiomas, músico, tolerante y amante de la libertad”.

Esa cualidad de amar la libertad iba a ser fatal para él en esa Italia que marchaba hacia el Berlusconismo. Su último viaje fue a Berlín, como intérprete del alemán ante sus propios colegas de estudio y sus profesores. Allí se sentía en el centro del mundo, por la historia de esa ciudad de la historia de la crueldad máxima del nazismo, pero al mismo tiempo, ciudad de la revolución de los obreros, soldados y campesinos del ‘19, con Rosa Luxemburgo, ese ser increíblemente justo y noble, asesinada a culatazos por los esbirros del poder.

De regreso lo esperaba el Norte de Italia con su irreversible retorno a la derecha. El triunfo de Berlusconi y sus aliados fue aplastante. El neofascismo volvió a salir a la calle. Bruno no comprendió cómo en Italia, que había dado tantos pensadores pacifistas que aconsejaban como única salida futura la paz, la sociedad cayera en un racismo tan desnudo y eligiera como líder máximo a un todopoderoso, representante del capitalismo más descarnado. El diario alemán Suddeutsche Zeitung tituló: “Paliza mortal”. Simplemente así: “La extrema derecha italiana no pone ningún límite a sus excesos. Italia teme una nueva ola de violencia política”. E informa la muerte a trompadas y patadas del joven Nicola Tommasoli a manos de cinco miembros de la juventud neofascista. Lo mataron porque sí. Ocurrió esto en Verona, la ciudad de Romeo y Julieta. “La ciudad del amor –dice el diario– que se ha convertido en símbolo del miedo que transita por las calles italianas.” “El miedo ante el odio, la intolerancia, la decadencia social”, explica en sus columnas y prosigue el diario: “Se puede sentir la inseguridad en todas las grandes ciudades italianas, en los míseros barrios pobres de los inmigrantes en las orillas romanas del Tíber, en las orgías alcohólicas en las calles que rodean a la Universidad de Bolonia, y los video-celulares de torturas sadistas entre estudiantes, todo esto hace temer la decadencia italiana.” Para eso, más seguridad, más policía, más Berlusconi. El mismo diario alemán sostiene que “en Italia reina un clima cultural y político en el que florece el odio y la intolerancia con los más débiles”. Ni pobres ni extranjeros es la divisa como si ellos fueran los culpables y no el sistema.

El diario italiano La Repubblica denuncia que el creciente neofascismo tiene como lema: “Caza al distinto” y publica fotos escalofriantes con jóvenes con carteles: “Veneto Fronte”, “Skinheads” y con banderas fascistas con símbolos de imitación de la cruz svástica. Muchos de ellos son fans de clubes de fútbol. Se dicen herederos de los legionarios romanos y son apasionados por el boxeo. El diario La Tribuna titula el 7 de mayo “Alarma negra”. Cruces svásticas, cruces celtas, cabezas rapadas... Lo curioso –o no– es que la mayoría de los neofascistas proviene de escuelas católicas.

Todo este clima fue determinante para Bruno, que no podía comprender la violencia. Estos hechos fueron minando su optimismo y cayó en la melancolía de que tal vez, pese a toda la lucha de parte de la humanidad, es ya imposible de lograr el Paraíso en la Tierra que él soñaba.

Tal vez, si Bruno hubiera conversado con las maestras Claudia y Myriam de la villa de José León Suárez habría desistido de su última voluntad.

Esto fue lo último que Bruno escribió a sus amigos, esta poesía de Hermann He-sse. Que lo dice todo. Todo lo que él nos quiso decir en su adiós.

Noche en vela

Porque no duermes...
Aquello que quieres
decirme en esta hora
¡no lo digas!
–mira abajo el fondo del lago
–que se vuelve oscuro
–y cómo se persiguen las nubes
–reflejándose en el negro terciopelo
¡No lo digas!
Esta es una mala noche
lo sé,
en esta hora aflora
en lo profundo de tu pecho
todo aquello que te apremia.
¡No lo preguntes!
De tu boca aparece
ahora la palabra que te hace infeliz
¡No la digas!
Esta es una mala noche
me lo dirás mañana.
No lo sabemos
quizás, tal vez...
mañana todo será milagrosamente fácil,
esto que ningún corazón puede soportar,
esto que hoy me hace tan infeliz.
¡No lo preguntes!
Esta es una mala noche.
Bruno era mi nieto.