Un periodista de ley, Herman
Schiller. Lo conocemos todos, desde hace años tenía una audición más que
excelente, de periodismo abierto, franco, honesto y de un coraje a toda
prueba. En Radio Ciudad. La radio de la ciudad de Buenos Aires. Se
había convertido en la voz de los sin voz. Allí iban todos los sábados
voceros de villas de extrema pobreza, representativos de barrios más que
humildes, madres representantes de mujeres que enfrentan la vida en
soledad, gente de mano abierta que se preocupa por los niños con hambre y
sed de amor y de alegrías, periodistas preocupados por lograr más
equilibrio en la dignidad de la ciudad. Sí, toda esa gente. Todos los
que siempre han ayudado a vivir contra lo injusto y lo perverso del
sistema. Los honestos representantes de los olvidados en una sociedad
tumultuosa e incoherente. Herman Schiller les daba cabida a todos ellos
en su audición Leña al fuego. Desde hace trece años. Y de pronto le
cerraron la puerta. Macri y los suyos le pusieron llave al cerrojo y
empezaron a hacerse los sordos, a mirar sonrientes para el cielo
mientras la sequía mata a las flores.
Estamos en una ciudad
increíble. Nuestra Capital de los argentinos. Sí. Señoras y señores,
argentinos y argentinas: en marzo de este año, la Legislatura de Buenos
Aires por unanimidad de sus sesenta diputados aprobó la declaración
20/2012 valorando de “interés cultural de la Ciudad” al programa radial
de Schiller. Y el 12 de abril legisladores metropolitanos le hicieron
notar “con suma preocupación” al director de esa radio, Baltasar
Jaramillo, y a Carlos Ares, director de Proyectos Especiales del Sistema
de Medios Públicos, que no habían respondido al acta de los
representantes del pueblo que pedían la continuidad “del programa de
mayor audiencia de la radio”. Hasta ahora no hubo respuesta y parece que
Macri tampoco se enteró de nada. O se hizo. El silencio contra los
profundos argumentos. ¿Eso es democracia? Un político inteligente
dejaría el programa y lo escucharía para conocer los argumentos de los
que él considera sus enemigos. Que no lo son, sino ciudadanos con los
mismos derechos que tienen los dueños de los countries esos que ni
siquiera escuchan ningún programa de la radio de la Ciudad. Siempre,
para un gobernante es mejor escuchar las voces de críticos serios que
las alabanzas de los aduladores. Mauricio Macri no le renovó el contrato
a Schiller. Así de simple. Idioma argentino. Si al rey no le gusta,
jodete. Jódase el oyente porteño y pase a escuchar al Chiche Gelblung en
radio Mitre. Ahí te dicen boludo, pelotudo, calentona y no te vienen a
hablar de que los niños de villa Curzito no tienen leche.