17 julio, 2014

El cristal de Juan José Saer

Los buenos libros hacen un camino lento, profundo, duradero. También los buenos escritores, que van creciendo con el tiempo. Ya nos pasó a los argentinos con Roberto Arlt, con Macedonio Fernández. Y es, me parece, lo que está pasándonos con Juan José Saer quien, como un ateo casi religioso, endiosaba un culto, el de la palabra, el de la letra escrita. Alguien que trabajó la forma (la que era todo para él, como debe serlo para un artista verdadero) y que puso no sólo su gran inteligencia sino también su cuerpo en ella, sus manos, su respiración asmática, palpable en el ritmo de la frase; alguien que volvía y corregía hasta pelar el hueso, despejaba y despojaba para que quedara la palabra a flor de piel, la piel viva, en lo que bien podría llamarse una escritura ardiente. Vueltas a leer, sus narraciones deslumbran por esa obstinación: pasa con El limonero real, con El entenado, acaso sus mejores logros. Ciertos ensayos releídos de El concepto de ficción abruman por la claridad de las ideas (siempre personales y a contramano de la opinión dominante). Sus combates contra el límite del género, el realismo vulgar, los modelos fáciles de la representación estética, las ingenuidades frente a la propia realidad, la explotación totalitaria del oficio dejan mucho para reflexionar y aprender a los escritores y a los lectores que vendrán. Varias veces confesó una visión formada a partir de lo que el lenguaje dice de sí mismo: "Hasta los dieciséis o diecisiete años, la poesía constituyó el noventa y nueve por ciento de mis lecturas". Desde ese fondo "pavesiano", vio y vivió la literatura hasta el fin, como una inmensa y bella tarea humana. Por eso, mi exposición en el Malba llevará una cita del Diario de Cesare Pavese, pensada, se diría, para Saer: "Si lograras escribir sin tener que suprimir nada, sin volver sobre lo escrito, sin realizar retoque alguno... ¿seguirías escribiendo con gusto? Lo hermoso consiste en pulirte y en prepararte con toda calma a transformarte en cristal".Fuente: Mario Goloboff