20 abril, 2010

Bajo la apariencia engañosa de eternidad



-Sobre “La pesquisa” de Juan José Saer-

Hace unos pocos días me reencontré con “Sombras sobre vidrio esmerilado” en un Curso Avanzado que dicta Jorge Chamorro en el ICBA, sobre “Psicoanálisis y literatura: lo que se escribe”. Hace años usé el título de ese cuento de Saer para el primer texto que escribí sobre la práctica psicoanalítica, como estudiante de psicología en la UBA. Recuerdo que la creí una hermosa metáfora de lo que yo pensaba que podía ser la transferencia para un psicoanalista. Hoy creo que no se ajusta nada a cómo leo la transferencia, creo que esa metáfora ni siquiera nombra la transferencia imaginaria.

Pero ese cuento me encontró luego de unos cuantos años y me llevó a la obra de Juan José Saer, que ya es definitiva, porque la muerte hace eso con las obras de los artistas. Aunque lógicamente se desprende que así es, recuerdo las conjeturas de Jean Paul Sartre al respecto.

Entonces hice mi búsqueda por Internet, y di con un artículo de Beatriz Sarlo que había leído luego de anunciarse la muerte de Saer el año pasado.

Y me decidí por “La pesquisa”, publicada en 1994, y me pregunté cómo sería una novela policial escrita por Saer a quien recordaba sereno y contemplativo. Me encontré con una novela policial atrapante, con una puntuación extraña, con un lenguaje luminoso y exacto. Y también con consideraciones sutiles y agudas, distraídas en una apariencia de sencillez:

“El hombre o lo que fuese desaparecía detrás de sus actos, como si la perfección que había alcanzado en el horror le hubiese dado el tamaño del demiurgo que únicamente existe en los universos que crea.” (1)

“El sol y la muerte, dicen, nadie puede mirarlos de frente, pero a la distorsión sin nombre que pulula en el reverso mismo de lo claro, agitándose confusa como en los planos sin fondo y cada vez más sombríos de un espejo apagado y móvil, todo el mundo prefiere ignorarla, dejándose mecer por la apariencia espesa y brillante de las cosas que, por carecer de una nomenclatura más sutil, seguimos llamando reales” (2)

Creo que la estética saeriana podría sintetizarse en este razonamiento de Tomatis:

“-Es posible-dice Tomatis por tercera vez-. ¿Pero por qué volver todo tan complicado? En física o en matemática, la solución más simple es siempre la mejor y encima, como dicen ellos, y si vieran cómo se visten, la más elegante.” (3)

En esa novela conviven descripciones de un profundo horror al referirse a las tareas del asesino, con otras de una belleza magnífica:

”…salidas de quién sabe dónde, de la noche, de la nada, miles y miles de maripositas blancas se arremolinan alrededor de las luces que cuelgan de los árboles y de las paredes blancas que limitan el patio. Girando rápidas sobre sí mismas, entrechocándose, precipitándose contra las lámparas encendidas, producen un estridor múltiple y una agitación inesperada y blanquecina en la altura, atrayendo la atención de los clientes del restaurante, que las observan y las señalan y las hacen entrar, con la misma imprevisibilidad repentina con la que aparecieron en el patio, en la zona clara de sus conciencias y en sus conversaciones.(…)Mañana serán como un tendal de florcitas secas, quebradizas y deshechas, ya sin dar el menor signo de haber sido alguna vez materia viva, substancia vegetativa y vibratoria, forma obsecada y maniática, escrupulosamente idéntica a si misma en la que todo ha sido previsto menos la finalidad, y salida, como tantas otras, del chorro único que, bajo la apariencia engañosa de eternidad, no es menos insensato y efímero.” (4)

El talento descriptivo de Saer es uno de sus rasgos más reconocidos, eso que los formalistas rusos nombraban como la “ostranenie” y que el mismo Saer ha explicado así en una entrevista:

“En literatura uno escribe un poco lo que puede, algo que se le impone. La insistencia de ciertos temas, construcciones, frases, son acompañados de una cierta reflexión. Es cierto que en algunos de mis textos privilegio una reflexión sobre los niveles de la percepción de las cosas. Se me impuso no tanto por la necesidad de reconstruir la realidad, sino por la pobreza perceptiva con la cual enfrentamos las cosas habitualmente. Lo que a mí me pasa es muy sencillo: la presencia de los objetos me resulta misteriosa. Miro un objeto y mi percepción está acompañada de un sentimiento de extrañeza.”

En “La pesquisa” se ensamblan dos espacios narrativos, sin anudarse como sí ocurre, por ejemplo, en “La noche boca arriba” de Julio Cortázar. Simplemente se superponen, inconclusos, magistralmente narrados. Ahora continuaré con “El limonero real”, esa otra novela, en la que Beatriz Sarlo señalaba la consolidación poética de Saer.

Notas

(1) “La pesquisa”, Juan José Saer, Seix Barral, 2000, Pág. 36

(2) “La pesquisa”, Juan José Saer, Seix Barral, 2000, Pág. 39

(3) “La pesquisa”, Juan José Saer, Seix Barral, 2000, Pág. 177

(4) “La pesquisa”, Juan José Saer, Seix Barral, 2000, Pág. 137 y 138

Elena Bisso