08 octubre, 2010

Juan. Osvaldo Bayer

Juan ha recibido el premio que se merecía. La alegría de ver su nombre en las tapas. El premio a las letras que forman las palabras. A las palabras que envuelven los sueños. Juan, el poeta de las calles, de los barrios, de las plazas. Del dar la mano. Juan tiene mano de orfebre, de sembrador, la mano que acaricia la vida, pero que se vuelve puño en los tiempos humillados.

Me acuerdo de cuando lo conocí. Por los años cincuenta. Unas reuniones de poetas, escritores con esperanzas más que jóvenes. Optimistas de pura sangre. Revistas literarias, que no se dan nunca por vencidas. Aparecen, reaparecen, se pierden, surgen, siempre nuevas. Ya era poeta, Juan. Nosotros éramos literatos, periodistas, ensayistas, novelistas, cuentistas. El era poeta. En los años sesenta los sorprendí caminando adelante, a unos veinte metros de mí, a él y a Raúl. Claro, Raúl González Tuñón. Quién otro. Estoy seguro de que iban recitando “La costurerita que dio aquel mal paso”. Evaristo Carriego. El poeta que debe haberlos despertado del sueño a los dos.

Juan, después, los sesenta. No sólo siguió escribiendo poesía todos los días. Sino que también se metió con todo en la lucha contra una sociedad que creaba villas miseria en las pampas más ubérrimas de la Tierra. La lucha, sus búsquedas. Sus libros siempre presentes, uno tras otro. Cada vez más comprometido. Dando la frente a los uniformes de turno. Pero Juan se daba tiempo también para remar en el cielo buscando estrellas y amaneceres, ninfas y silencios.

Juan ahí, tomando la revolución por la puerta delantera, sin interpretaciones academicistas. Pero siempre poeta. Con sus ojos más allá.

Pero la Muerte, de pronto. La Muerte de uniforme. Generales, almirantes, brigadieres, comandantes, comisarios generales, secretarios privados. Y los civiles marianizados de siempre con sus sonrisas genuflexas. Y Juan siguió en las trincheras de la vanguardia.

Hasta que vino la derrota. El dolor profundo. Me escribiste a Berlín, Juan, desde Roma, el 27 de mayo de 1979. No te dabas por vencido. Me comunicaste que seguías trabajando “en un proyecto político que tiende a crear una síntesis a partir de la derrota, un proyecto que, antes o después, me regresará al país”. Y buscabas la razón de tu tristeza y me decías: “La pelea por conseguir una política más sensata, la pérdida de tantos compañeros, el secuestro de mi hijo, de su compañera, del nieto por nacer, me distrajeron de mi condición de desterrado, me hicieron rotar por un limbo extraño, contradictorio, fantasmal y, muchas veces, alucinado”. Y agregabas algo para emocionarse en esos años de tantas luchas: “En poco más de un año escribí cinco libros de poemas con un par de obsesiones recurrentes. Una, el amor, una mujer amada; otra, la derrota, la muerte de los compañeros, mi hijo. Supongo que todo eso me distrajo también de mi condición de desterrado. Sólo ahora la empecé a admitir. Lo que escuché durante esa semana me llevó a reflexionar y escribir, que es mi manera de reflexionar sobre el exilio, nuestro exilio”.

Te contesté de inmediato desde Berlín, donde vivía yo el injusto destierro, así: “Querido Juan: no puedo decir alegría, más bien algo así como un agradecido deseo nostálgico de recordar, de recordar tu rostro de antes y de imaginarme el de ahora, con la belleza que da el sufrimiento a los nobles; eso es lo que sentí al recibir tu carta. He seguido tu lucha. Te he comprendido en todos tus pasos. Yo no puedo ser juez de un hombre de lucha, de un hombre de la permanente vanguardia, de un hombre que es la negación del oportunismo y el ejemplo puro del buscador nunca resignado. Juan: te he seguido más que en todo eso, en tu poesía. Las hemos leído mil y una vez en las reuniones de solidaridad aquí en Europa. La última, en Berlín, el público escuchó tus versos –magníficamente leídos por dos actores alemanes– como quien se halla en un oficio divino. Por eso, Juan, ves que todo está allí, en tu obra, para siempre. No la podrán ni destruir ni matar ni secuestrar ni torturar ni encarcelar. Está y estará allí, permanente. Ese convencimiento tiene que ser tu reposo, tu tranquilidad. Porque la lucha pasada, presente y futura, está en tu poesía. Que el reposo no te remuerda pensando en que la mejor poesía tiene que ser la acción. Porque por sobre tu ejemplar vida de luchador resplandece la poesía. Descansa ahora de la acción, no como resignación, sino como paso al vuelco total hacia la poesía. Las próximas generaciones esperan: van a querer saber de la poesía de la resistencia. Y tienes que estar vos, ya con la cabeza allí, en eso, fuerte, más fuerte que nunca acerado por los seres queridos que ellos hicieron desaparecer, por sus voces que escucharás todos los días, por los compañeros perdidos ya más allá del límite del horizonte. Ahora, Juan, la concentración de las fuerzas en la creación, que para ti es perennemente poesía. El limbo fantasmal y alucinado tiene que dar paso ya a la sonrisa segura, generosa, del triunfo del poeta sobre los enemigos del canto del gallo, sobre los enemigos del sol”.

Ahí mismo le propuse escribir un libro que se llamara “Exilio”. Juan aceptó de inmediato.

Cuando leí hace unos días que Juan había obtenido una distinción así, volví a repetir lo que siempre me llena de satisfacción: el triunfo final de la ética. Alguien tan perseguido como Juan, con el eterno dolor de haber perdido a su hijo y a su nuera embarazada por obra de la bestial represión militar, era reconocido ahora como un poeta fundamental del presente. En cambio, los que lo persiguieron ya están malditos por todas las generaciones. Quisieron matar la poesía y surgió la pluma que derrotó todas las armas, todos los instrumentos de tortura, la desaparición.

Así dice Juan en Exilio: “No era perfecto mi país antes del golpe militar. Pero era mi estar, las veces que temblé ante los muros del amor, las veces que fui niño, perro, hombre, las veces que quise, me quisieron. Ningún general le va a sacar nada de eso al país, a la tierrita que regué con amor, poco o mucho, tierra que extraño y que me extraña, tierra que nada militar podrá enturbiarme o enturbiar”.

Y así fue. A Juan le acaban de dar un ramo de flores. Hemos aplaudido los que lo conocemos y los que lo leen.

Juan, poeta y luchador por la sonrisa de los niños. Juan Gelman.

18 septiembre, 2010

Desde los pibes alemanes a la noche de los lápices. Osvaldo Bayer

Etchecolatz empezó a sentirse mal, estaba en su casa y sintió dolor de cabeza y dijo que era un perseguido político. Sinvergüenzadas argentinas. El peor de los asesinos estaba en su casa y se hace el perseguido. "Político", nada menos. El verdugo más cobarde de nuestra historia se autodenomina político. La política del tiro en la nuca. Lleva siempre la escarapela argentina en la solapa. Azul y blanco. Trasfondo de nuestra filosofía social. Los asesinos están entre nosotros. Es el autor de la acción más alevosa imaginable. La prisión, tortura, muerte y desaparición de los adolescentes de la Noche de los Lápices. De adolescentes. Y lo que todavía no se ha dicho: los militares y uniformados argentinos les ganaron a los nazis. En una acción muy parecida, los argentinos mostramos mucho más poder, autoridad, la más absoluta ilegalidad en la represión.

En febrero de 1943, en plena guerra, un núcleo de estudiantes alemanes de la ciudad de Munich editó volantes contra la guerra. Su moral no les permitía soportar más eso de matarse unos a otros, bombardear ciudades asesinando madres y chicos, con la destrucción absoluta de la vida. Esos volantes los arrojaban desde los pisos de arriba al patio de la universidad. Fueron observados por el portero que los denunció de inmediato. Los estudiantes –cinco varones y una chica– recién comenzados los veinte años, fueron sometidos a un juicio, encontrados culpables de traición a la patria y guillotinados al tercer día. Todo salió en los diarios, después fueron ejecutados otros estudiantes y también el profesor Huber, quien los había apoyado. Sus bellas cabezas cayeron rodando en un tacho. Habían leído demasiada poesía, habían leído el sufrimiento en los ojos de los demás y en sus propios ojos. La guerra, no podían ni querían seguir siendo bestias. Sus cabezas fueron separadas de sus cuerpos. Pero los nazis oficializaron todo y publicaron todo, hasta el nombre del juez y del verdugo. El juez Roland Freisler quien posteriormente condenó a la horca a los rebeldes del 20 de julio. Todos con su responsabilidad en el crimen.

En La Plata ocurrió algo muy similar. Pero los héroes de la resistencia civil argentina eran más jóvenes, apenas adolescentes. Habían luchado por la rebaja del boleto estudiantil. Para que los que vivían lejos pagaran igual que los que vivían cerca. Justicia, camaradería, solidaridad, la bella palabra. Se reunían y cantaban por la calle: "Luchar, luchar, por el boleto popular", "Eso, eso, eso, boleto de un peso". Cuando llegó la dictadura pasaron a ser sospechosos. Activistas. Terroristas. Fueron secuestrados por la policía comandada por un general de la Nación, el general Camps, un enfermo mental que aplicó con un entusiasmo total las reglas de la muerte argentina: secuestro, robo de las pertenencias, humillación, tortura hasta la aniquilación, hambre, y por fin desaparición. Cada vez peor, cada vez mejor. Destruir al ser humano integralmente. Aplastarlo como a un insecto. Y total silencio ante los familiares y amigos. Desaparecido. No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos, como se expresó ante los periodistas extranjeros el señor presidente de la Nación Argentina, teniente general Jorge Rafael Videla. Etchecolatz, Camps, Videla. Figuras de exposición en una muestra argentina que comienza con Roca. Es toda una línea. Lo que pasa es que los mapuches son chilenos. Ahí está la clave. Es decir, los militares argentinos se quedaron en la sombra, no admitieron nunca el crimen. Hasta hoy, Etchecolatz nunca lo reconoció. No sé, desaparecieron. Se habrán ido a Suecia. No, no me enteré.

En su libro, de precisión jurídica, María Seoane y Héctor Ruiz Núñez establecen que seis jóvenes prisioneras embarazadas fueron arrojadas a los calabozos de los muchachos de La Noche de los Lápices para que éstos las atendieran sin tener elementos ni conocimientos. Aquí sí los argentinos les ganamos a los nazis. Los prisioneros alemanes de Munich, tras seis días de calabozo alimentados con una ración mínima, fueron llevados a la guillotina y ahí ejecutados. Aquí, entre nosotros, fue todo más florido: picana, látigo, hambre, escupitajos, manoseo y violación para María Claudia y Clara, todo mezclado con desconocidas embarazadas humilladas hasta el hartazgo. Es que somos católicos apostólicos romanos. Los representantes de la Iglesia Católica en La Plata les dijeron a los desesperados padres: "No busquen más a sus hijos". "Recen". Monseñor Plaza.

Sophie Scholl, la joven mujer alemana de "La rosa blanca" –ese bello nombre tenía la organización antinazi de Munich– puebla hoy con su foto todos los rincones universitarios sensibles a su lucha y a su joven muerte.

Poco a poco los jóvenes rostros de los queridos María Chiocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Claudio de Acha, Horacio Angel Ungaro, Daniel Racero y Pablo Alejandro Díaz van surgiendo del horizonte estudiantil y aparecen uno por uno en las aulas de los ámbitos secundarios. La semana pasada me llamaron para hablar de ellos en el patio del Colegio Nacional Pueyrredón. Más que mis palabras se oyeron los aplausos de las manos jóvenes. Hubo lágrimas. Emoción. Dolor. Pensaron en las muertes. De sus compañeros. Desaparecidos. Ese mismo día Etchecolatz se consideró un preso político.
La pregunta es: ¿por qué tanta brutalidad, tanta impunidad? ¿Cuáles fueron los maestros y profesores de nuestros militares y policías? Hoy, salvo los que se jubilaron, siguen siendo los mismos docentes en los colegios militares y policiales. ¿Dónde asimiló Camps el instinto de hacer desaparecer? ¿Dónde aprendió Etchecolatz tanta impunidad y crueldad? Y la cobardía de negar que lo hicieron. ¿La aprendieron o les viene de familia? ¿Buscaron esa profesión porque les calmaba los instintos? La pregunta no es porque sí, viene de estudios que se hicieron sobre los nazis famosos y sus instintos desde la vida familiar.

Los crímenes nazis estaban documentados por ellos mismos. Aquí hasta Videla los niega. Un aspecto del cinismo y la mendacidad que debemos tener en cuenta para medir la personalidad de quienes establecieron la "Muerte argentina", la desaparición. Hasta la Inquisición de la Iglesia Católica quemaba vivas a sus víctimas en plazas públicas y con la presencia de la Cruz. Nuestros verdugos escondieron todo. Esa es su máxima cobardía. Que los dos partidos políticos argentinos siempre reinantes trataron de disimular con las palabras "obediencia debida" y el batacazo del indulto. Pero no es tan fácil esconder la basura debajo de la alfombra. Están los alucinados del coraje, que jamás abandonan la escoba, a pesar de las ametralladoras y las picanas eléctricas.

12 septiembre, 2010

Las elites y los pordioseros. Osvaldo Bayer

Hace poco escribíamos que el famoso rey de Inglaterra Enrique VIII echó la culpa de todos los males de la sociedad británica a los pordioseros. Y los mandó a ahorcar. Setenta mil en poco tiempo. Venía esto al caso por nuestra increíble discusión sobre los piqueteros. Hemos dado ahora con un documento honesto, no escrito ni por un agitador obrero, ni por un miembro de algún partido de los trabajadores, ni siquiera por algún discípulo de Kant. Es un escrito reciente del filósofo norteamericano Thomas Pogge que enseña filosofía en la Columbia University. Es un trabajo científico, pero sencillo, claro, que no admite tergiversaciones. Detalla las terribles cifras del hambre. Indiscutibles. Y dice sin ninguna búsqueda de notoriedad que "el hambre masiva en los países del Sur (y la Argentina está al Sur del Sur) no es simplemente el destino sino la consecuencia del actual ordenamiento del mundo". Algo que sabemos todos y lo hemos escuchado mil veces en discursos presidenciales, en cátedras de derechos humanos, en las discusiones sin término de Naciones Unidas, en organizaciones religiosas. Sí, sí. Pero ahí está. Y al profesor Pogge no le importa repetir. Porque todo lo viejo que dice es absolutamente nuevo y urgente.
Nos comienza acusando. Dice que el peor crimen que ha cometido la humanidad hasta ahora nos sigue paso a paso. Es la pobreza mundial. Y nosotros nos ocupamos, pero al mismo tiempo miramos para el lado contrario. Y ahora viene el espanto.
La Segunda Guerra Mundial causó cincuenta millones de muertos. Un absurdo que sólo se puede intentar superarlo yendo al Muro de los Lamentos y ponerse a llorar a los gritos.
Para no aprender nada. Fueron muertas cincuenta millones de personas como nosotros, como los niños de al lado, como los viejos de la plaza. Pero ahí no nos detenemos. Ahora vienen los verdaderos muertos por nuestra crueldad, desidia y codicia: desde la terminación de la Guerra Fría en 1989 murieron alrededor de 270 millones de seres humanos por cuestiones de pobreza. Dos tercios de los cuales fueron niños. Niños más jóvenes de cinco años. Por año se van juntando en esta pirámide monstruosa 18 millones más. Muertos de hambre. La culpa la tienen los piqueteros, la culpa la tienen los pordioseros según el rey de reyes Enrique VIII. Bueno, basta. No, por favor, en el trabajo está todo demostrado de acuerdo con estadísticas oficiales y a estudios de las llamadas organizaciones de elites.
La mitad de todos los seres humanos que vive en la actualidad está debajo del límite de pobreza de dos dólares por día, que hoy corresponde al poder de compra de mil dólares por año en Estados Unidos. Pero hay más todavía. Aprendámoslo para ir comprendiendo la política que nos domina: una mitad de la humanidad vive en promedio un 30 por ciento debajo del límite de un dólar por día como límite de pobreza.
Este tendría que ser el tema de los sermones dominicales de todas las iglesias y de todas las sesiones de cuerpos colegiados del mundo. Mata más que la guerra de Irak y no sale en los titulares. Sí, el hambre aparece de vez en cuando en algún concurso fotográfico, premiado por la cara de increíble sufrimiento de los niños, nuestros niños.
Lo dicen los informes de las organizaciones mundiales de la salud. Ochocientos millones de seres humanos están mal alimentados en forma crónica. Mil millones no tienen agua limpia para beber. Por ejemplo, 2400 millones no tienen instalaciones sanitarias.
Los funcionarios mundiales se han propuesto que hasta el año 2015 van a impedir la muerte de 9 millones de pobres por hambre.
Nos dice el profesor Pogge que no se trata de seguir publicando estadísticas sino de hablar de nuestra dureza de corazón y nuestra falta absoluta de querer dar una solución al problema. Es la misma línea absolutamente egoísta del ser humano cuando aplicó el colonialismo, la esclavitud y el genocidio de pueblos. Hoy el sistema declara a la desigualdad como ley suprema que domina las relaciones internacionales. Y la venta de armas por los países más poderosos de la Tierra. Allí donde hay hambre, hay armas de las más modernas cualidades vendidas por los países que dominan las economías de esos países explotados. ¿Qué ha hecho Naciones Unidas sobre el comercio increíble de la venta de armas? Todo se mezcla, todo es producto de la misma causa: hambre, armas, dictaduras, golpes de Estado, labor de los organismos de informaciones, consorcios, globalización de la injusticia. Hambre.
El científico preocupado por los pobres señala que el desarrollo de la pobreza en el mundo se debe, sin discusión, a la construcción del orden que lleva a eso. En la conformación de ese orden dominan los Estados ricos, que pese a toda la teoría del comercio libre exigen la seguridad de sus masivas subvenciones y de las aduanas protectoras, como lo demostró claramente Cancún. Las mafias dirigentes de los pequeños países pueden obtener aquí y allá a veces pequeñas concesiones. Pero los intereses de los pobres no están representados por nadie o permanecen sin ser contempladas como principio del sistema (porque la culpa, y ya lo decía Enrique VIII, la tienen los pordioseros; en la Argentina, los piqueteros. Y el que no lo crea, que escuche las poderosas emisoras argentinas y los canales televisivos, toda una fuente de sabiduría en el orden sociológico). El profesor Thomas Pogge lo remarca, dice textualmente: "Los pobres son los culpables, así se dice, cuando son gobernados sus países por tales mafias. Se exige a menudo good governance en los países pobres. Pero el ejercicio del poder corrupto y represivo está condicionado por factores globales".
Materias primas y armas: como decíamos, esos dos son los factores esenciales de nuestra globalización con el tercer mundo. Los pequeños países dominados brutalmente venden sus materias primas y compran armas para mantenerse en el poder. El abuso del poder es el que hace nacer la pobreza. "Pero queda en claro la culpabilidadd de los países ricos", dice Pogge. Está claro y es indiscutible que "la pobreza del mundo podría combatirse y hacerla desaparecer mediante un ordenamiento justo del mundo". Y en sus palabras finales, es definitivo: "De esta manera, somos los que producimos –se refiere a Estados Unidos y a su sistema– la pobreza mundial no sólo de una manera pasiva sino evidentemente activa. Mediante el sostén de un injusto sistema mundial, que podía preverse y podía impedirse, y al no hacerlo reproducimos la miseria, la inimaginable miseria de la pobre mitad de la humanidad".
Y se ve en todo. Cada vez se quiere ganar más. Lo vemos hasta en los aviones de pasajeros. Cada vez las diferencias son más grandes. Sillones para elefantes en la primera clase y en la tercera, los pasillos cada vez más estrechos para hacer entrar cada vez más butacas. Los carritos de comida han quedado reducidas a lo que llamábamos antes changuitos, para no hablar de las comidas y el vino en vasos. Todo sigue al modelo. El trabajo del profesor Pogge tiene una foto: niños de Lubango, Angola, viven en cajas de cartón una sobre otra. Los llamaríamos cartoneros. Investiguemos bien porque a lo mejor los culpables de nuestra república cartonera fueron los piqueteros. Todo tiene un origen común que lleva finalmente a destruir esta sociedad argentina. ¿Acaso el general Bussi no fue un buen alumno de Enrique VIII y ordenó hacer desaparecer a los mendigos y vagabundos de Tucumán? Por ahí está la cosa, profesor Thomas Pogge. Por ejemplo, en el plan tan bienvenido en Estados Unidos y Alemania de las universidades de elites. Marchemos con las elites y terminemos con los pordioseros. Seamos bien occidentales y cristianos.

02 septiembre, 2010

Damiana. Osvaldo Bayer

Otra vez tengo que repetir algo que siempre sostengo con aire de triunfo: “puede tardar mucho, pero finalmente en la Historia triunfa la Etica”. Acaba de ocurrir algo que tal vez para muchos es un “hecho menor”. Pero que tiene una honda significación emocional. Acaban de ser devueltos al pueblo Aché, pueblo originario del Paraguay, los restos mortales de Damiana.

El acto de la entrega se llevó a cabo en el Museo Antropológico de La Plata, por iniciativa del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social en la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena en la Argentina. ¿Pero quién era Damiana?
Los datos sobre ella fueron posibles de obtener debido al trabajo de la antropóloga Patricia Arenas. El 25 de septiembre de 1896, los científicos norteamericanos Ten Kate y Charles de la Hitte viajan al Paraguay a estudiar a un pueblo originario de esa región conocido con el nombre de Guayaquí. Ese mismo día, unos colonos blancos de la zona de Sandoa (Paraguay oriental) realizan una expedición porque les ha sido robado un caballo e inmediatamente acusan a un grupo cercano de guayaquíes. El colono y tres de sus hijos marcharon con armas de fuego y descubrieron a un grupo de guayaquíes que estaba almorzando y, sin dar preaviso, los balearon. Cayeron tres muertos, entre ellos una mujer. Los demás huyeron espantados. En el lugar había quedado una niña guayaquí que tenía un año “más o menos”, a la que se llevan los asesinos. Cuando llegan a esos parajes, los investigadores norteamericanos se posesionan de la niña. Según ellos, que empiezan a estudiarla, ésta solía pronunciar las palabras “caibú, aputiné, apallú” de las cuales no se conoce ningún significado guaraní. Se supuso que la palabra Caibú, nombre propio guaraní usado en tiempos pasados, sería como esa niña llamaba a su madre. Por esas ironías sarcásticas de la historia, la niña aché es bautizada Damiana, con el nombre del santo del día de la matanza de su familia: San Damián. Dos años después, la indiecita fue llevada a la provincia de Buenos Aires donde fue entregada a la madre del doctor Alejandro Korn, director del hospicio Melchor Romero. Esa señora la utilizó de sirvienta y luego se la entregó a su hijo, quien la hizo ingresar al establecimiento que dirigía para luego entregarla a una casa de corrección. En 1907, cuando Damiana tenía 14 años, el investigador alemán Lehmann-Nietzsche la fotografía desnuda, foto que luego será mostrada durante años en el Museo de La Plata. Luego, ese científico escribirá: “En el mes de mayo de 1907, gracias a la galantería del doctor Korn pude tomar la fotografía y hacer las observaciones antropológicas e hice bien en apurarme. Dos meses después murió la desdichada de una tisis galopante cuyos principios no se manifestaban todavía cuando hice mis estudios”. Y agrega: “Bien se cumplía el pronóstico del doctor Ten Kate”. Justamente ese norteamericano en 1897 diagnostica: “Esta niña porta un aire enfermo y triste. El aspecto general, las manchas simétricas sobre los incisivos superiores, junto al vientre prominente, indicarían una diatosis escrupulosa”.
La cabeza de Damiana fue enviada al investigador Johann Virchow, de Berlín, para el estudio de su musculatura facial y del cerebro. Sobre esto escribe Lehmann-Nietzsche, en 1908: “Su cráneo ha sido abierto en mi ausencia y el corte del serrucho llegó demasiado bajo. Aunque, por este motivo la preparación de la musculatura de la órbita ya no será posible, lo que quería hacer el profesor Virchow. El cerebro se ha conservado de una manera admirable. La cabeza ya fue presentada a la Sociedad Antropológica de Berlín”.
No hace mucho, el grupo Guías, durante el inventario de las colecciones del Museo Antropológico de La Plata, encontró en las vitrinas de la sala de Antropología Biológica un pequeño cajón sin número con el esqueleto de Damiana dentro de una bolsa y envuelto en tela, con una inscripción en papel: “Esqueleto (sin cráneo) de una india guayaquí, Damiana, fallecida en el Melchor Romero en 1907. La cabeza con el cerebro fue remitida al profesor Virchow, Berlín”.
Todavía no acaba esta historia, que muestra cómo se actuó en el trato con los pueblos originarios siguiendo la línea establecida por Julio Argentino Roca. En marzo de 2007, una organización indígena paraguaya reclamó a la Argentina “la restitución de todos los restos mortales pertenecientes a miembros de la etnia Aché que yacen desde hace más de un siglo en las colecciones del Museo de La Plata”. También exigieron la “devolución de todas las piezas aché de las colecciones etnográficas de dicho museo que fueron obtenidas en forma ilegal o violenta como así los objetos provenientes del saqueo de un campamento aché”.
Desde el jueves último, los restos de Damiana descansan en su tierra guaraní. En el acto en que se entregaron los huesos que habían quedado de ella a los representantes del pueblo Aché hablaron los antropólogos Fernando Miguel Pepe, Miguel Añón Suárez y Patricio Harrison, la historiadora Diana Lentor y el profesor Marcelo Valko, de la cátedra de Antropología de la Universidad de Madres. Todos dieron detalles históricos de lo que fueron los principios de ese Museo del Perito Moreno en el cual los representantes de los pueblos originales fueron exhibidos al público como fieras de zoológico, entre ellos los caciques Inacayal, Foyel y Sayhueque, sus mujeres y sus hijos. Ya los restos del cacique Inacayal descansan en sus tierras chubutenses, en Tecka, luego de ser exhibidos al público durante décadas. Clemente Onelli ha descripto la última noche del cacique Inacayal en el museo, con las siguientes palabras: “Un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el horizonte apareció Inacayal sostenido por dos indios allá arriba, en la escalera monumental del museo. Se arrancó su ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol y otro larguísimo hacia el sur; habló palabras desconocidas y, en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría”.
En el libro del grupo Guías, que se llamará El racismo argentino y será publicado por la editorial Madres de Plaza de Mayo, se describe paso a paso la prisión “científica” que sufrieron tantos representantes de los pueblos originarios y los escritos altamente racistas del famoso Perito Moreno y de los denominados “científicos” de la época que igualaban a los indios con los judíos, en cuanto a sus rasgos fisonómicos. En el mismo libro se cita la frase que Inacayal dijo más de una vez: “Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones, mataron a mis hijos, mataron a mis hermanos, robaron mis caballos y la tierra que me vio nacer. Yo, prisionero”.

El diario La Nación del 20 de septiembre de 1883 publicaba: “A fines del corriente mes podrá verse el esqueleto del cacique Orkeke, preparado convenientemente. Después de haber sido descarnado en el Hospital Militar se colocaron los diversos fragmentos del cuerpo en un gran tacho de agua y cal, para hacer desaparecer las pequeñas cantidades de carne que habían quedado adheridas a los huesos. Terminada que sea la disección del cuerpo del cacique, se procederá a armar el esqueleto...”

La absoluta falta de respeto al muerto. Para esos “científicos” esos seres humanos sólo servían para mostrarlos, aun muertos, como espectáculo.

Pero, paso a paso, se va sabiendo la verdad de nuestra historia. El porqué la historia de la crueldad argentina que va a terminar, en su punto culminante, con la dictadura militar de la desaparición de personas y el robo de niños.

Pero del pasado pasemos al presente. Los obreros de las minas de Río Turbio piden reivindicación. Recordaron el jueves en un emocionante acto a los catorce mineros muertos en la catástrofe de hace seis años. En él se pidió “juicio y castigo para todos los responsables políticos y operativos que permitieron de una u otra forma que se produjera esta tragedia minera”. No se olvida así a los mártires del trabajo diario, a los que ponen el rostro ante el peligro al que se ven sometidos en esas tareas. Un acto para tener en cuenta.

Todos, esfuerzos en busca de una sociedad que se conduzca con los principios de la Etica. Por eso, no olvidar las injusticias del pasado y del presente. No olvidar a Damiana, la indiecita.

23 agosto, 2010

Fogwill: Murió el último maldito de la literatura argentina

Se murió Fogwill. Hay oraciones que ojalá nunca hubiese que escribir. Por ejemplo, que se murió Fogwill. Pero fue así, ayer a las 17 apróximadamente, en el Hospital Italiano, lo mató un enfisema pulmonar. Se murió Fogwill y, con él, una de las fuerzas más originales y ricas de la literatura argentina de los últimos treinta años. Sus restos serán velados hoy en la Biblioteca Nacional, a partir de las 15.

La fundación mítica

Fogwill, el mito, empezó a ser Fogwill con una ecuación casi imposible que le sirvió de pedestal para erguir su propia y controversial figura literaria.
En números, es así: 6 + 12 = 1. Ahora, los sustantivos cuantificados: seis, los días que pasaron entre el 11 y el 17 de junio de 1982. Doce, los gramos de cocaína que Fogwill se tomó durante esos días. Uno, el libro que le salió. Una obra maestra, la primera de varias que lo tuvieron como autor. Los Pichiciegos le puso de título. La cosa fue así, contó él, a cualquiera que se lo preguntó desde 1983: su mamá vivía en el mismo edificio. Bajó a visitarla, la señora miraba televisión y le dijo: “¡Nene, hundimos un barco!”. Y él se encerró y escribió los primeros tres días y corrigió los siguientes y al séptimo podemos suponer que descansó. Se trata de la guerra de Malvinas Los Pichiciegos. La guerra en su materialidad más concreta, la nieve que congela, el barro que se pega al cuerpo, la comida y los cigarrillos que faltan, los límites perdidos entre un bando y el otro en una transa constante de esas cosas indispensables y la deserción: lo único que deja en pie esta guerra son las ganas de sobrevivir un poco más y lo único importante son cosas como ésta:
“Ni los ingleses ni los malvineros, ni los marinos ni los de aeronáutica: ni los del comando, ni los de policía militar tienen un miserable frasquito de polvo químico, tan necesario. No hay polvo químico, nadie tiene.

Con polvo químico y piso de tierra, caga uno, cagan dos, cagan tres, cuatro o cinco y la mierda se seca, no suelta olor, se apelotona y se comprime y al día siguiente se la puede sacar con las manos, sin asco, como si fuera piedra, o cagada de pájaros.”

Así, con una ecuación casi imposible, con una obra maestra, imaginando una tribu de soldados desertores unidos sólo por la necesidad, imaginando esas necesidades en lo más concreto, Fogwill empezó el mito de Fogwill, que tiene atributos varios. Uno de ellos, el de la profecía. Contaba que él escribió la derrota antes de que se anunciara. Contaba que en otro texto auguró el retorno de la democracia al mando de los radicales. Y que apostó plata por Alfonsín cuando todos creían que serían el peronismo y Lúder los ganadores.
Pero antes de que Fogwill fuera Fogwill así, a secas, fue Rodolfo Enrique. Nació en 1941 en Bernal, hijo único y el genio de la familia: a los cuatro leía, a los 16 ingresó en Medicina, de ahí se fue a Filosofía y Letras y de ahí a Sociología, de donde salió a los 23 con el diploma abajo del brazo. Desde ese momento hasta finales de los ‘70, se dedicó a hacer dinero en publicidad. Hizo mucho, contaba. Inventó eslóganes que son tan parte de la cultura nacional como “el sabor del encuentro”.

En 1980 cambió de vida. Tenía 39 años, acababa de publicar su primer libro de poemas, El efecto de la realidad, y ganó un concurso de cuentos de Coca-Cola. Ahí se decidió a ser escritor. Y a ayudar a otros que lo fueran. Fundó una editorial propia, Tierra Baldía, editó a poetas importantes y fundamentales como Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, que serían centrales para la literatura argentina que se empezó a escribir diez años después. Un gesto extraño. Es raro que un escritor se dedique a publicar a otros que son mejores que él. Y, en 1980, Perlongher y Lamborghini eran mucho más poetas que Fogwill. Ese es otro de los atributos del mito Fogwill: el de la generosidad con sus colegas. Atributo del que gozaron no sólo Perlongher y Lamborghini, sino muchos otros, como Fabián Casas, Martín Rodríguez, Martín Gambarotta, Sergio Raimondi, Hebe Uhart, Diego Meret y María Medrano, entre muchos otros a los que Fogwill no dudó en apoyar de diversos modos. Como mínimo, elogiándolos públicamente.

Entonces: Fogwill niño prodigio, publicista genial, rico, generoso, editor, cocainómano, Fogwill escribiendo durante la misma guerra la mejor novela sobre la guerra de Malvinas que se haya escrito hasta ahora. Faltan dos Fogwill: el provocador y el presidiario. Porque estuvo preso, acusado de estafa y esa es otra pata de su mito. Fue, también, en 1980: contaba Fogwill que la Secretaría de Información Pública estaba convencida de que sus publicidades televisivas tenían mensajes en contra de la familia y a favor del ERP –del que por entonces no quedaba nada–. Le cerraron las cuentas bancarias y lo procesaron por subversión económica. Con las cuentas cerradas y preso, Fogwill no pudo, claro, pagar sus deudas: entonces terminaron condenándolo por defraudación. Es decir por no pagar sus deudas.

El provocador se peleó con mucha gente: con las Madres de Plaza de Mayo, con Ricardo Piglia, con las campañas a favor del aborto, con Beatriz Sarlo, con el divorcio (él, que se separó muchas veces), con los propulsores del matrimonio gay (el matrimonio es “la institución más mierda que produjo la sociedad contemporánea”, argumentó), con Alan Pauls, con la legalización de la droga (que no se privó de consumir).

Hubo Fogwill polémico, pensando la literatura y empujando a los escritores jóvenes. Hubo Fogwill escribiendo de la mejor. Ojalá siguiera habiendo Fogwill.

Fogwill Básico

Novelista, poeta, cuentista y columnista, 1941-2010. Escribió más de 20 libros, entre ellos: “Mis muertos punk”, (1980), “La buena nueva” (1990), “Una pálida historia de amor” (1991), “Muchacha punk (1992)”, Vivir Afuera (1998), “La experiencia sensible (2001), “En otro orden de cosas” (2002) y “Runa” (2003). Sus “Cuentos Completos” se publicaron el año pasado en Alfaguara.

15 agosto, 2010

Los crueles y los sucios. Osvaldo Bayer

El que ha sido asesino desde el poder queda para la historia. Para él no habrá perdones ni disculpas ni obediencias debidas. En Alemania justo ahora se presenta otra vez el caso de un criminal de guerra. Se trata de Hans Filbinger, nada menos que ex primer ministro de Baden Württemberg. Fue una especie de padre de la patria, después de la guerra. Es conservador, del Partido Demócrata-Cristiano. La gente lo elegía casi por unanimidad cada cuatro años. Hasta que uno de esos investigadores que trabajan día y noche a luz de vela entre los papeles del pasado, sacó de un archivo la radiografía de la actuación nazi del patriarca. Durante la guerra este demócrata-cristiano había cometido un hecho horrible, pleno de traición a los derechos humanos y al verdadero sentimiento cristiano. El señor Hans Filbinger había sido juez militar durante la guerra. Y ocurrió que en el ejército alemán hubo desertores de conciencia. Es decir, jóvenes que se negaban a "matar al enemigo" en el frente. Tiraban el máuser al suelo y se negaban a atacar. Uno de esos jóvenes increíblemente valientes se llamó Walter Gröger. Ya prácticamente se había acabado la guerra, los ingleses hicieron prisioneros a Filbinger y su tropa. De pronto, los ingleses trajeron al campamento de prisioneros alemanes a Walter Gröger, el muchacho que les explicó a los británicos que él era desertor. Los ingleses no quisieron complicaciones y lo mandaron con los otros prisioneros alemanes. Allí Filbinger, aunque ya había terminado la guerra, insistió para que se le hiciera un juicio. Filbinger mismo presidió el ridículo tribunal militar y dictaminó la pena de muerte para el soldado desertor. Precisamente porque Gröger no había abandonado a la tropa porque tenía miedo del frente, sino porque no quería usar su arma para matar a soldados de otro país. Filbinger, una vez aprobada la pena de muerte del pacifista, pidió a los británicos fusiles para la ejecución de Gröger. Y así, en el campo de prisioneros, fue fusilado el soldado por sus propios compañeros, en un acto cruel y sin ningún sentido ya.

Cuando 33 años después, el investigador histórico, que no era otro que el dramaturgo Rolf Hochhuth, hizo publicar su hallazgo, la opinión pública se sumió en el horror de la verdad. ¿Cómo, el tan apreciado primer ministro Filbinger, católico y padre de numerosa familia había hecho eso? Fusilar a un joven soldado cuando ya se había terminado la guerra. Lo había hecho fusilar por "traidor al ejército de la Patria". No era el "ejército de la Patria" sino el de Hitler, del racismo y la muerte. El soldado Gröger no era traidor, era todo lo contrario, se había negado a matar, a ser sirviente de generales asesinos de una guerra imperialista. Todas las simpatías -en 1978, cuando se descubrió la verdad- fueron para Walter Gröger, el valiente, el héroe. La reacción de asco y desprecio fue tan grande que Hans Filbinger tuvo que renunciar, sumergirse para siempre en la oscuridad del anonimato. Cuando es depuesto, el asesino dirá estas palabras terribles: "Lo que en ese tiempo fue Derecho no puede considerarse hoy como injusticia". Primer ministro demócrata-cristiano. Cristiano. Nos imaginamos al soldado pacifista Walter Gröger frente al pelotón fusilador compuesto por sus propios compañeros. Lo mataban por no matar. Con ironía debe haber sonreído con dolor por eso, que lo mataban por no matar.

Y ahora viene la actualización. En estos días el asesino Filbinger cumple 90 años, y las normas de etiqueta estatal señalan que a todo gobernante o ex gobernante que llega a esa edad se le debe hacer un homenaje público, con discursos y música. ¿Qué hacer?

Por supuesto siempre están los buenos ciudadanos que aprueban lo hecho por el ex juez militar. Y para arreglar de alguna manera el entuerto propusieron una reunión donde meramente se dijeran algunas palabras sobre la última actuación política del ex mandatario y rápidamente después sebrinde con una copa de champaña. Pero ya la mayoría de los otros partidos y de la misma democracia cristiana han dicho que no van a concurrir.

¿Qué harían los argentinos ante un hecho así? Votarían a Filbinger. (Me refiero a los argentinos que votan a Bussi, a Patti y a Rico, escuchan Radio Diez y leen los comentarios de Ramos y Grondona.) Un alto porcentaje de tucumanos acaba de elegir como intendente de Tucumán a un asesino cien veces más cruel que Filbinger, el general Bussi. Bussi baleaba en la nuca a prisioneros indefensos. Siempre, un día a la semana, se producían los fusilamientos de jóvenes prisioneros. Y Bussi, el primero, siempre por la nuca. Intendente electo por la nuca. Porque trae seguridad, por eso lo votamos. Una de sus primeras medidas como represor fue arrojar a todos los mendigos, los vagabundos y los disminuidos callejeros a los bosques poblados de ofidios, de insectos del veneno, para que se murieran de infecciones o de hambre. Y Tucumán se quedó "limpio". Con gente bienvivida, consuetudinarios que imitan al general Bussi, el del tiro en la nuca y las cuentas en Suiza.

Viví en mi niñez en Tucumán. Aquel idilio del Aconquija y de la calle Lamadrid por donde pasaban los carros cargados de caña de azúcar. No puedo pensar más en aquellas imágenes azules y soleadas de la que fue mi querida ciudad. Ahora me imagino que esos carros de la zafra pasan con cabezas humanas, todas con un agujero en la nuca. Y un militar con uniforme de general en un auto de lujo que pasa lentamente y es aplaudido por la gente de bien al grito de "Bussi, intendente".

El más cobarde y bajo de los asesinos votados por los tucumanos que durante la dictadura se callaron la boca y tenían siempre en la lengua las palabras "por algo será". Votan al asesino, votan sus crímenes. Tucumán, Tucumán, no puedo creer que por la eternidad vas a llevar ese título de "la ciudad de la independencia que eligió al más cobarde de los asesinos".

La ciudad de Friburgo no quiere levantar una copa por un asesino, nosotros lo votamos. Pero no sólo los tucumanos. Los bonaerenses aplauden al subcomisario Patti y lo votan. Patti, también el del balazo en la nuca y de las torturas. Patti declarado asesino y torturador, hoy candidato a gobernador con posibilidades, y también Rico, el golpista contra la democracia, homicida por ansias de poder.

Tenemos que aprender a ser verdaderos demócratas. Y no lo lograremos votando a verdugos de cuarta. La eliminación de las vergonzosas leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos de los uniformados aún puede servir para retomar un largo camino que había comenzado en aquel Tucumán de 1816 y que se quebró con el genocidio roquista y sus aprietes seudolegales y siguió con el infame golpe de Uriburu. Nuestra Constitución y nuestras leyes no deben permitir de ninguna manera los juegos de la muerte a los que se ha entregado una ciudadanía burlada y cobarde.

Nunca más pueden ser candidatos ni los verdugos ni los asesinos ni los golpistas. Aquella fórmula de hacer un golpe y después llamar a elecciones y presentarse como candidato dio resultados nefastos, una serie de golpes posteriores que nos llevaron a la total postración en el ejercicio limpio y valiente de los derechos democráticos.

¿Tendrán coraje civil nuestros legisladores y nuestros jueces para iniciar la limpieza del camino? ¿Podremos hacerlo con jueces heredados de la dictadura y legisladores que votaron o aceptaron las leyes del vale todo sin sentir vergüenza?

Ojalá que los alemanes en el posible homenaje al ex juez militar Filbinger tiren el champaña en el inodoro, y las boletas de voto a Bussi, Rico y Patti sirvan para limpiarse en el mismo lugar.

11 agosto, 2010

La Patagonia sigue rebelde. Osvaldo Bayer

A veces, sin querer, comienza una sonrisa a dibujarse en el rostro de uno. Es cuando una vez más constata que la ética no se rinde nunca. O mejor aún: jamás. A veces pueden pasar siglos, pero sigue horadando en la memoria. Y de pronto, está ahí, frente a nosotros.

Se nos presentó en la Plaza Rodolfo Walsh, de Lamarque, en Río Negro, cuando formamos una larga columna de vehículos de todo tipo. Hacia la estancia El Curundú, que significa nada menos que gualicho de amor, en guaraní. Allí, hace 81 años nacía nuestro querido Rodolfo Walsh. Con nosotros venía Patricia Walsh, su hija. Fue como una cruzada. No íbamos ni en busca de méritos, ni para lograr candidaturas, ni para comprar tierras en un remate. No, íbamos sólo –y esto es lo increíble– acompañados por la ética. Sí, nos gusta repetirlo. Porque íbamos a rescatar la memoria. Ibamos a abrazar el recuerdo del mejor de nuestra generación. Se llamó –se llama– Rodolfo Walsh. Nos encaminábamos a su lugar de nacimiento. A saludar las imágenes de su infancia, a sus personajes reunidos allí. A sus sueños de igualdad, libertad, fraternidad. A murmurar en esa casona, en su galería de tejas y en el patio de ladrillos que él conoció al abrir sus ojos, aquella estrofa sagrada: “Ved en trono a la noble igualdad, Libertad, Libertad, Libertad”. Ibamos a visitar a nuestro Mariano Moreno del siglo veinte. El que enfrentó con la palabra y un revolvito casi de juguete a todas las fuerzas armadas que se cubrían el rostro siniestro con la careta de la desaparición. Dicen los poetas que murió sonriente y con sus manos tan limpias como su mente.

Llegamos a la estancia El Curundú, hoy en poder de una multinacional del comercio de frutas. Por los diarios nos enteramos de que la multinacional nos iba a permitir entrar pero que seríamos custodiados por la BORA, policía especial antimotines de la provincia de Río Negro. Sí, en esas regiones tranquilas de horizontes, soles y paisajes de verde y cielo ahora hay policías antimotines. El miedo que ellos tal vez quisieron imponernos se transformó en nosotros en sonrisa burlona. Pero no aparecieron. Entramos. Nos acompañaba el intendente de Lamarque, historiadores regionales, docentes universitarios y de las provincias de Río Negro y Neuquén agremiados en la Asociación de Docentes de la Universidad Nacional del Comahue, en la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro y en la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén, y gente del pueblo con sus niños. No apareció ni siquiera algún burócrata de oficina de la poderosa empresa a recibirnos. No, nos mostraron su espalda. La palabra “propiedad” está para ellos más allá que la historia, que los auténticos héroes del pueblo, que la moral de la ciudadanía. Formas de nuestra democracia. Pero a nuestro lado estaban las Madres de Plaza de Mayo con sus pañuelos.

Esa galería... Quisimos entrar en las habitaciones, pero estaban cerradas con llave y sus postigos también, para que no pudiéramos ver nada de lo que pasa en esos cuartos que vieron nacer a ese niño y a sus cuatro hermanos. Pero allí, con Patricia, descubrimos una placa donde quedará para siempre la señal de su importancia histórica. Allí y en un acto posterior que se hizo en Lamarque quedó firme el propósito de que esa casa se convierta en un espacio público que permita la difusión de la obra de Walsh, pero más que eso, que sea un centro de la cultura, con su biblioteca y su sala de reunión de delegaciones de estudiantes y obreros de todo el país para el debate de nuestra historia, de nuestro presente, del arte, y de los rumbos de ese algo infinito que es la literatura. La casa es ya hoy patrimonio histórico. Ahora los representantes municipales, provinciales y nacionales tienen que dar el sello de que esa casa pertenece a la comunidad toda y no a un señor o varios señores que viven en Miami.

Volveremos siempre hasta lograr que la historia y la cultura superen el egoísta derecho de la mera propiedad privada de un lugar pleno de sueños y esperanzas. Y antes del viaje a las tierras de Rodolfo, las fantasías de la realidad nos llevaron a presenciar un acto de profunda cultura. En una fábrica de Neuquén. Sí, como en aquellas décadas del pasado obrero de los anarquistas. Estos tenían presentes siempre tres deberes: trabajo, cultura y familia. Y no olvidar, los sábados a la noche, el conjunto filodramático de las Sociedades de Oficios Varios. En Neuquén fue, como no podía ser de otra manera, en Zanon, la fábrica de porcelanas. Hoy llamada Fasinpat, Fábrica Sin Patrones. Sin patrones, como tendría que ser en una sociedad racional. Los obreros hicieron un alto en el trabajo para el espectáculo, pero las máquinas siguieron funcionando, como lo adelantó el obrero que habló en la presentación: “Vamos a abrir este espacio de la cultura con el ruido de las máquinas, es decir, de la música del trabajo para demostrar que esta fábrica abandonada por sus ex dueños seguirá funcionando siempre, y mucho mejor, por cierto, en manos de los obreros”.

Y de repente entran en el amplio galpón seres vestidos de negro en altos zancos. Son los artistas del Teatro de la Calle, que representan la obra Estalla el silencio. Los seres en negro, en zancos y con armas desde arriba, y los jóvenes que luchan por un mundo mejor, de blanco, con libros y volantes. Aparece, también, el amor, en un balcón, con una Julieta que espera y un Romeo que la mira desde abajo con flores y la rodea de versos. Pero de pronto, por el balcón se asoman dos caricaturas uniformadas, siniestras. Uno ordena y el otro obedece a gritos. Se inicia así ya, en el escenario, el fin de la juventud y su amor. Ese fin es patético. Emociona hasta la extenuación total. Los movimientos de la desesperación, de la tortura, la más cobardes de las ferocidades y cobardías. El terror uniformado como método del poder absoluto. La muerte contra la vida y el amor. Un ballet trágico, desconsolador. Pero por la calle ancha aparece una mujer con la cabeza cubierta con un pañuelo blanco. Y levanta un enorme retrato de Julieta, ya desaparecida.

Fin. La emoción sólo permite el silencio. Los actores no salen a agradecer, queda sólo allí la Madre, elevando infinitamente el retrato de su hija.

Ni Chéjov habría podido mostrar así la “muerte argentina”. La desaparición y su “obediencia debida”.

Los obreros se mantuvieron de pie, los demás espectadores no hicieron ningún movimiento. Nadie se movió. Hasta las máquinas parecieron guardar silencio.

De inmediato, el representante de los obreros de Fasinpat habló diciendo que jamás abandonarán esos talleres, donde la voz de las asambleas ha triunfado hasta ahora sobre todos los subterfugios de los ex patrones y de la cobardía de políticos y jueces que recurren al tiempo y al papeleo burocrático para no definirse.

Como vemos, la Patagonia continúa siendo rebelde y busca otros caminos. Por ejemplo la fiesta de los cincuenta años de la biblioteca popular de Cutral-Có. Fuimos a saludar al querido centro de lectores jóvenes que quieren saber más para que el paisaje no les sea robado y la sabiduría les traiga aquella noble igualdad que se canta en el himno.

Y como si fuera poco, la exposición neuquina de la organización H.I.J.O.S., sí, los hijos, pura juventud hoy de sus padres desaparecidos. Exposición de dibujos, carteles, filmes, teatro, música. Todo bajo el título Justicia con vos. Todo para que los jueces no le den la espalda a la verdad, en los juicios que se están llevando contra esas figuras cavernarias de los represores de La Escuelita.

Y volviendo ya para acá, en la Santa Rosa de nuestras pampas criollas, los escritores pampeanos reunidos en largas hornadas: poesía, relatos, novelas, ensayos, todo con el olor a lluvia, a campo y a sol pleno. Nuestras pampas tienen sus relatores. Vale la pena escucharlos, mientras los pocos ombúes que quedan nos observan serios e impertérritos.

Regreso a Neuquén: de pronto una columna interminable, ruidosa y entusiasta rodea la casa de gobierno. Son los trabajadores de la provincia que luchan por sus derechos. Coros de protesta. Me invitan a hablar y comienzo diciendo: “Hoy he visto regresar la Patagonia Rebelde”.

El viajero regresa del Sur con la maleta más llena que nunca. Desensillamos. Miramos hacia el Sur. Hay allá como unos relámpagos que nos informan que allí la vida no se rinde.

09 agosto, 2010

Juan Marichal

El hombre que redescubrió desde el exilio la obra de Manuel Azaña y trabajó por la reivindicación histórica de Juan Negrín, su paisano canario, falleció esta madrugada en Cuernavaca, México, según ha comunicado su hijo, el profesor Carlos Marichal, con quien vivía allí desde hace siete años.
Marichal es uno de los intelectuales más importantes de la España que hizo la diáspora durante la Guerra Civil. Había nacido en 1922, en Tenerife; su familia era republicana; estudió en Madrid, y cuando aún era un chiquillo vivió el inicio de la guerra (que él llamó incivil) en el barrio de Chamberí. El horror de aquellos episodios y el posterior exilio, que inició cuando aun no había concluido la contienda, fueron hechos fundamentales en la formación de su carácter, introvertido y analítico, preocupado siempre por la esencia de su país herido.

En la comunicación de la noticia del fallecimiento de su padre, Carlos Marichal indica que el desarrollo último de la enfermedad fue muy rápido, que don Juan (así le llamaba Carlos y así le llamábamos muchos de los que conocimos a Marichal cuando él era aún un joven profesor que volvía del exilio) apenas notó ese momento grave de la muerte, y que el hijo le encomendó que fuera "a las islas Encantadas", a encontrarse con su esposa, Solita Salinas, fallecida también en Cuernavaca hace tres años. Solita era hija del poeta Pedro Salinas y hermana del editor Jaime Salinas.

Don Juan Marichal fue director del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Harvard. Como estudioso de la obra de Azaña, que convirtió en un símbolo de la España trasterrada, y también del pensamiento político republicano, consiguió poner en pie un legado que durante las primeras décadas de la posguerra permaneció ennegrecido por las campañas franquistas en contra del que había presidido el Estado hasta 1939.

Del mismo modo, Marichal se empeñó en redescubrir para los españoles la figura de Juan Negrín, víctima de parecidas campañas de desprestigio. Su mala salud, que a principios de la década de 2000 ya fue empeorando, le impidió culminar la que era una de sus iniciativas más importantes como intelectual dedicado a la reflexión política.

Fue también un gran estudioso de la literatura y del pensamiento hispanoamericano, que contribuyó a divulgar en España como ensayista y como conferenciante. En 1968 regresó a España y visitó en Tenerife a quien fue uno de sus grandes y amigos y corresponsales intelectuales en este país, Domingo Pérez Minik, republicano que permaneció en el exilio interior. Los que presenciamos aquel reencuentro podemos dar testimonio de lo que significaba para Marichal el reencuentro con aquellos que aquí mantuvieron el fuego republicano al rojo vivo mientras duraba la dictadura de Franco.

En los últimos tiempos, a pesar de su delicado estado de salud, Marichal no dejó de estar atento a lo que sucedía en España, de un modo distinto, claro está, que cuando observaba este país desde el exilio; ahora se informaba (pedía que le informaran) de todo lo que sucedía, y no perdía la esperanza de volver a residir en Madrid, cerca de aquel lugar donde, a principios de la Guerra Civil, vivió espantado las consecuencias de un odio que, creía él, había sellado la transición.

06 agosto, 2010

Mujeres 1 - Hombres 0. Osvaldo Bayer

En Berlín se dio a conocer la gran novedad: por primera vez en la historia trabajan más mujeres que hombres. Legalmente, con los seguros de trabajo. Una noticia oficial que hasta hace muy poco hubiera parecido una fantasía. ¿Cómo que hay más mujeres trabajando afuera de su hogar que hombres? No, no puede ser. Si el hombre fue y es el sexo fuerte. Pero... sí. Las mujeres son las que ahora ponen el mundo en marcha.

¿Pero esto es bueno o malo para la mujer? Las feministas dudan. Lo único que faltaba: las mujeres ponen en marcha el hogar, crían los hijos y ahora, además, traen el sustento.

Porque, claro, la pregunta es: ¿qué clase de trabajo hacen? ¿Los de arriba o los de abajo? ¿No será esto un paso más en la explotación de la mujer? Ya hemos visto, ahora es soldada y en Estados Unidos hasta la han empleado como torturadora.
Sí, sin duda alguna: es un paso más en la explotación de la mujer. La mujer sigue siendo sometida, débil, y ahora la mandan al frente de la sociedad. Pero vayamos primero a los números. En Berlín trabajan 516.163 hombres y 549.093 mujeres. Es decir, unas 33 mil mujeres más. Hasta el año 2000, los hombres ganaban fácilmente y luego comenzó a darse vuelta la estadística. A partir de ese momento, las mujeres fueron ocupando trabajos de hombres. También –además de Berlín– en los estados de Meckemburgo, Vorpommern y Sachsen-Anhalt hay más mujeres en el trabajo que hombres.

¿Razones?

Las patronales están proponiendo mujeres en vez de hombres. Lo que se ha notado es que la mujer se inscribe más en los cursos de perfeccionamiento, para ascender o asegurarse un puesto. Después, de acuerdo con otras estadísticas, el hombre abusa más del alcohol por las noches, de manera que en su trabajo, por las mañanas, es menos efectivo. Además, la mujer es más disciplinada y menos discutidora que los hombres en el trabajo. De ahí la preferencia patronal por la mujer. Y, por sobre todo, las tareas de cuidado de niños y ancianos en los institutos respectivos, que aumentan anualmente, se han ido convirtiendo casi exclusivamente en una tarea femenina. Pero, como dice Herbert Buscher, del Instituto de Investigación Económica de Halle: “Las mujeres están obteniendo notas más altas que los hombres en los exámenes, y además no rehuyen la movilidad dentro del empleo. Por ejemplo: aceptan ser trasladadas a otros departamentos de trabajo y a otras ciudades. Los hombres en esto ponen obstáculos, prefieren quedarse en sus domicilios de siempre, alegando el medio que los rodea, familia y amigos”.

Dos personalidades se van acentuando: el achatamiento en los hombres y las ganas de nuevos horizontes y relaciones, en las mujeres. En eso está teniendo gran influencia la profusión de revistas y publicaciones para la mujer.

¿Habrá que revisar todo esto? ¿En vez de liberar a la mujer se va modificando su misión por excelencia, la maternidad y el cuidado y educación de los niños y así su influencia en las próximas generaciones? Volvemos a caer en el mismo tema de siempre. Cómo reaccionarán las feministas ante esta nueva perspectiva: ¿además de cumplir su misión de siempre de atender el hogar e hijos, reemplazar al hombre en su trabajo y terminar haciéndolo todo? ¿No sería acaso ése el ideal del hombre?

Por eso, los silbidos con que fue recibido el futuro comisario de Justicia de la Unión Europea, el italiano Rocco Buttiglione, son justos por la forma en que se expresó. Pero sirven para comenzar la polémica. Este político dijo: “La familia es para permitir a la mujer tener hijos y estar protegida por su marido”.

Sí, señor Buttiglione, claro, pero a la madre hay que asegurarle libertad, medios y preparación para la crianza y educación del niño. Que ella vea que es mejor dar vida que no ir todos los días a servir café a miles de turistas chinos o europeos, o a lavar camisetas de hinchas de fútbol. Son indispensables esa libertad y esos medios para que la mujer conserve su dignidad en el papel de madre.

La madre tiene derecho a asistir por lo menos a dos horas de cursos sobre la cultura de la maternidad que le permitan la discusión y la respuesta a sus problemas. Y no esperar que todas las noches el marido le conteste desde el sillón del televisor.

Tenemos que avizorar el mundo futuro. En estos días lo estuve observando en Berlín. Lo que nos espera. Paré en el hotel Park Inn. Treintisiete pisos. Centenares de pasajeros que vienen y van por el hall. Colas. Los ascensores que suben, suben y bajan, bajan, atestadas de cabezas con ojos que no saben a dónde van. Chinos, norteamericanos, japoneses, turistas europeos viejos que eligen octubre. Colas y colas para el desayuno. Aquí la taza de café, allá el pancito, por allá la manteca. Y suerte para encontrar un lugarcito en una mesa. El mundo futuro. La industria del turismo. Todo atendido por mujeres que limpian, que fregan, y algún hombre con ojo de guardián. ¿Todo esto como resultado de que por fin las mujeres les ganaron a los hombres? No. Que nos ganen en ternura y ambiente familiar. Junto a nuestras estufas, leyendo catálogos de flores y pájaros, en un hogar lleno de voces infantiles. Pero nada de ojos avizores de jefes de familia. Compartir con la caricia.

30 julio, 2010

Tierra y trabajo. Osvaldo Bayer

¿Son las fantasías que tiene la realidad o es que a la historia hay que mirarla con ironía? Por ejemplo, esa Italia que fue capaz de enviarnos, hace más de un siglo, pensadores tan profundos como Malatesta y Pietro Gori, que nos hablaban que ya ahí, a la puerta, estaba esperándonos el socialismo en libertad por la decisión de todos; o ese Antonio Gramsci, muerto en la cárcel, convencido de que el marxismo era una unidad de teoría y práctica y arma definitiva del proceder revolucionario del movimiento obrero, sí, esa misma Italia acaba de elegir entusiasmada a Berlusconi. Berlusco.

Esto me hizo acordar, cuando triunfó Macri, que 102 años antes, en 1904, el barrio de La Boca había elegido al primer diputado socialista de América, nada menos que a Alfredo L. Palacios. Y justo ese mismo año, el 1º de mayo de 1904, los anarquistas reunieron allí setenta mil obreros para conmemorar el Día de los Trabajadores. Hoy, La Boca reúne ese número de gente cuando Boca Juniors juega con River Plate. Sí, setenta mil obreros en 1904, pese a la represión de Julio Argentino Roca, a palo limpio y disparos de Remington, que ocasionaron la muerte del primer héroe obrero del 1º de mayo argentino: Juan Ocampo, marinero, de apenas 18 años. A Juan Ocampo no lo recuerda ni una piedra en ningún rincón argentino, pero Roca tiene 36 monumentos argentinos. Y Macri acaba de levantar la figura de ese Roca, genocida de los pueblos originarios, en un discurso muy aplaudido.

De todas estas galas floridas y tornasoladas de la historia humana extraemos una que tiene que ver con la actualidad argentina. Se refiere a la Federación Agraria Argentina. Dos momentos. Primero, 1912, el grito de Alcorta. Cansados hasta el hartazgo de la explotación a que eran sometidos los chacareros por los terratenientes y los intermediarios, aquéllos se levantan y dicen basta. Emplean la misma arma que los obreros industriales, del transporte y todos los trabajadores dependientes: la huelga. Por supuesto que la prensa de entonces y de siempre califica a esta lucha como “una agitación artificial provocada por elementos extraños”. Los chacareros debían entregar al terrateniente treinta o cuarenta por ciento de sus productos y alquilar para las trillas sólo las máquinas de los señores de la tierra. Además, debían venderle su trabajo al precio que le fijaran ellos.

Cuando se inicia su huelga, los chacareros invitan a los sindicatos obreros a una reunión y la central obrera designa al gráfico –legendario dirigente– Sebastián Marotta para representarla. Allí Marotta le dice a los chacareros que deben salir de la situación en que se encuentran: es decir, que ellos, los colonos, no son ni “asalariados ni capitalistas” y los aconseja pasar a ser asalariados netos, obligando así a los patronos a “administrar sus tierras con el fin de que cargaran con todas las peripecias de las malas cosechas”. Tiempo después, Marotta escribiría: “Pensaba ilusoriamente que debía convencerse a los colonos, por vía de la propaganda, que una vez convertidos en asalariados, su lucha, desde el punto de vista de su nueva condición social, sí podía reportarles mejoras efectivas, tal como la rebaja de las horas de trabajo, preparándolos por la capacitación para su emancipación, expropiando de manos del capitalista la tierra y hacerla propiedad de todos”.

Si Marotta hoy viviera hubiera visto que la Federación Agraria hizo todo lo contrario a lo que él les proponía. Se alió con la Sociedad Rural, es decir, con los dueños de la tierra en el reciente lockout patronal del presente argentino.

La tierra. Los argentinos cantamos desde hace 95 años el “ved en trono a la noble igualdad”. Y los Martínez de Hoz, los Anchorena y los Luro siguen teniendo las pampas inmensas que les regaló Roca hace 130 años. Porque acaba de producirse el episodio de Tiófila Videla, puestera en el oeste pampeano, desde hace décadas y desde hace generaciones en ese lugar. Ella es criancera, en el idioma de esas llanuras. Bien, pero ahora se ha presentado el abogado Héctor de la Iglesia a reclamar su desalojo. Porque de pronto hay un dueño. Ante las protestas de Tiófila, el “comprensivo” abogado le dijo que la esperaría sesenta días y además movería sus “contactos” en la provincia para conseguirle una vivienda en otro lugar. Por el momento, la causa está parada, pero Malut, el Movimiento de Luchadores por la Tierra, va a seguir luchando para que se pare el desalojo de esa auténtica hija del campo. Porque más vale la vida y el trabajo que un papel fabricado en algún escalón burocrático. Malut ha señalado que apoyará siempre a los “pobladores ancestrales” y que los “puesteros son los legítimos pobladores de las tierras pampeanas”. Pensar que hace un siglo y medio los anarquistas surcaron los caminos al grito de “Tierra y Libertad”. Y hoy triunfan los burócratas por “contactos”.

Sí, los jornaleros de los campos gritaban “Tierra y Libertad”, y ese grito vale hoy para los seis campesinos paraguayos presos desde hace dos años en cárceles argentinas por el pedido de extradición del gobierno paraguayo. El pretexto de la Justicia argentina es que Paraguay es un “estado de derecho” y su pedido, por lo tanto, es legítimo. ¿Estado de derecho un gobierno que ha pisoteado siempre hasta los más mínimos derechos de defensa de los perseguidos políticos? Es como en tiempos de Isabel Perón, que se decía era un estado de derecho, con las Tres A. Ojalá muy pronto el nuevo presidente paraguayo Fernando Lugo, con su empuje hacia la verdadera democracia, solucione definitivamente este drama que la Justicia argentina no ha sido capaz de resolver.

El grito de “Tierra y Libertad” de los campos fue convertido en “Trabajo y Libertad” por los proletarios de las ciudades. Vayamos ahora a nuestras ciudades. En La Plata se ha producido el caso Mafissa. Los obreros de esa fábrica acaban de sufrir una represión brutal y absolutamente desmedida. Los conflictos del trabajo deben resolverse siempre en el diálogo entre partes y el Estado y la Justicia deben actuar como mediadores, pero mediadores que se preocupen principalmente por solucionar los problemas de trabajo de quienes tienen que alimentar a sus jóvenes familias. Esa debe ser la verdadera democracia. No, ante el despido repentino de personal, los obreros ocuparon la fábrica y la Justicia ordenó reprimir enviando 700 efectivos policiales –sí, tal cual, las filmaciones y fotos no nos dejan mentir–, con caballería, el grupo “Halcón”, helicópteros, tropas de asalto y toda la parafernalia. Durante 25 minutos los uniformados dispararon balazos de goma y gases lacrimógenos. Desalojaron la fábrica y se llevaron a dieciocho defensores del derecho al trabajo. Los trataron bajo condiciones humillantes: fueron a parar a calabozos en las comisarías junto a presos comunes, estuvieron más de 12 horas esposados y los llevaron a lugares de detención a cien kilómetros de sus hogares. Algunos sufrieron magulladuras. La Justicia, por supuesto, les inició juicio a los que defendían el derecho al trabajo y no a quienes ejercieron el poder del que posee el dinero. Los 18 obreros están acusados de “coacción agravada, violación a la propiedad privada y portación de armas tumberas”. Esto último es risible, porque se trató de juguetes y de una gomera que habían llevado los chicos, ya que durante la ocupación se hicieron muchas reuniones de familias enteras que acompañaron a sus padres obreros. Las familias de los despedidos no tienen ninguna entrada, de manera que han tenido que salir a trabajar las mujeres y los hijos adolescentes. Ellas se han unido y han hecho acampes frente a la casa de gobierno en La Plata. Una de ellas me dice: “Vamos a seguir luchando con nuestros maridos hasta que se haga justicia, no queremos que nuestros hijos tengan que ir a juntar cartones en este país lleno de riquezas”.

Como ciudadano argentino pediría a los responsables del Gobierno y la Justicia que nombren a una comisión de neutrales para que analice esta situación de increíble injusticia, que se elabore un informe y que se trate de defender lo que más vale en una sociedad: el derecho al trabajo. Nada más. Y que los responsables vayan pensando en que la salida más democrática es propender a las cooperativas laborales y no a la dependencia de un dueño de todo, de la propiedad y las influencias. El caso Mafissa es típico de capitalismo medieval que hay que saber contener en una democracia.

Porque hablemos del dueño de ese establecimiento petroquímico que elabora fibras sintéticas. Una empresa que contamina el ambiente. Se puede ver en el número de obreros que padecen enfermedades típicas del trabajo insalubre, y también de los muertos como consecuencia de ese trabajo. Además, hay numerosos sordos, porque no se respetan los límites legales de decibeles de los ruidos de las máquinas. ¿Y los inspectores dónde están?

Pero vayamos al dueño, el señor Jorge Curi, propietario del establecimiento. Es autor del libro ¡¡Arriba Argentina!, que es un canto de adulación increíble hacia la dictadura militar, escrito en 1977. Basta leer este párrafo donde se expresa así sobre los desaparecidos: “A los argentinos nos consta que nuestro actual gobierno ha derrotado ampliamente a la subversión y ha obligado a muchos de sus componentes a emigrar a lejanos países donde, bien pertrechados de dinero, descansan y esperan...”. En los archivos de Dipba han aparecido las actas donde esa empresa pide a la policía “la incorporación a la fábrica de tres hombres” (de los servicios) “a quienes se les abonará el salario correspondiente a fin de que se logre identificar al núcleo de personas disolventes”. Así desaparecieron trece obreros de esa empresa. Realidades argentinas: hoy, los mismos dueños han recibido la ayuda de la Justicia y la policía para reprimir el legítimo pedido de las fuerzas representativas obreras.

Después de leer estos documentos salgo a caminar, veo nuestras calles con nostalgia y tristeza. Pienso: se acerca otro Primero de Mayo, Día de los Trabajadores... En 1904 iban cantando setenta mil proletarios, por esas mismas calles, aquel himno que los llenaba de futuro:

Ven. Oh mayo, te esperan las gentes,
te saludan los trabajadores
dulce pascua de los productores,
ven y brille tu espléndido sol
de tiranos del ocio y el oro
procuremos redimir al mundo
y al unir nuestro esfuerzo profundo
lograremos al cabo vencer.

25 julio, 2010

Siempre visité a los presos políticos. Osvaldo Bayer

Alguna vez pensé en una época en que esas visitas se iban a hacer innecesarias porque imperaría un sistema de libertades, derechos y convivencias. Hace días fui otra vez a la cárcel de Devoto. Cuando entro en ella me da tristeza, melancolía y rabia.

La entrada por donde arriban los parientes de los presos, toda llena de basura y tristeza. Me imagino los versos apenados que hubiera escrito Raúl González Tuñón. Mujeres y chicos mal vestidos y con arrugas u ojos con desdicha. ¡Documentos! Cacheos, y las miradas menospreciativas de los que tienen –al parecer– la ventaja de poseer uniforme. Y las mujeres con paquetes de alimentos. Son las verdaderas víctimas de la sociedad, de esa sociedad que no deja nunca de ser autoritaria. Recuerdo cuando fui, en tiempos de Alfonsín, a visitar a los eternos presos políticos, con distintos rostros. Nunca se dice, pero el gobierno radical mantuvo presos a quienes habían sido condenados por la justicia de los desaparecedores uniformados. Una vez los fui a visitar a esa cárcel con la actriz noruega Liv Ullmann. Cuando trajeron a los presos, la bella Liv les dió a cada uno u n beso en la mejilla. Varios años después encontré en la calle a uno de esos presos políticos, quien desde lejos me señalaba su mejilla con el dedo índice a medida que se acercaba. Cuando ya estuvo frente a mí le pregunté: ¿por qué esa seña? Y él, radiante, me contestó: “el beso de Liv Ullmann”.

El sueño del preso

Como digo, hace dos días fui a la cárcel de Villa Devoto. A visitar a los presos políticos de la Legislatura. Es hasta morrocotudo decir que son presos por el Código de Convivencia. ¿Presos por convivencia? Sí. Son vendedores ambulantes, travestis y meretrices. Están presos desde julio, acusados de cargos que los pueden llevar a sufrir catorce años de prisión. Nada menos que de “coacción agravada, privación de la libertad, daños calificados, resistencia a la autoridad”. Sí, catorce años. Todos los acusados son de pobreza extrema. Por supuesto.

Son presos políticos para cualquier conocedor de la sociedad argentina. Una sociedad que no hizo nada por ellos. Al contrario: les encajó de pronto el nuevo código de convivencia y ahora el código contravencional. A vendedores de garrapiñadas, panchos, pochoclo, helados. Esos son “los verdaderos culpables de que ande mal el país”. Por eso palos, cárcel, que desaparezcan de las calles porteñas. Uno de ellos, un muchacho santiagueño, me relata: “Tenía un pequeño stand cerca de la Plaza de Mayo, vendía juguetitos y cositas para los turistas; semanalmente venía la policía que me exigía veinte pesos, y después vino la orden de radiarnos; fui a protestar a la Legislatura. Nos cagaron a palos, nos llevaron a la comisaría y de ahí a Devoto. Mi mujer se tuvo que volver a Santiago con mis dos hijitos, a vivir allá con la madre. Estoy preso desde ju lio del 2004 aquí, peor que un perro de albañal, y desde hace nueve meses no veo ni a mis hijos ni a mi mujer”. Convivencia. Rechaza él que hubiera tirado piedras. O roto puertas. Fueron los policías de civil que provocaron todo. Entre ellos estaba el gordo Laneri, que también fue el provocador de los líos de la fábrica Brukman.

Los testigos de la acusación son todos policías. El juicio lo inició el titular de la Legislatura, Santiago de Estrada, que como antecedente democrático tiene haber sido embajador de la dictadura de Videla en el Vaticano. Engendros argentinos. Pero eso sí, a los vendedores ambulantes hay que meterlos catorce años en la cárcel de la ignominia. El gran encuentro policial contra la pobreza porteña terminó con la pobreza para siempre. No hay más pobres en nuestras calles. Gracias al subinspector Ariel Alberto Romano de la comisaría 49, quien dirigió el operativo, ya se acabó la lepra en la ciudad. Esos son los métodos. Uno de los presos, que era “transformista”, me dice con tristeza: “Yo quisiera tramitar asilo político en otro país siempre que sobreviva a la violencia, a las cucarachas, a las ratas y al basural aquí en la planta 1 de la U2, la cárcel de Devoto”.

Los detenidos a los cuales no se les tiene en cuenta que salieron ese día a defender desesperadamente su “fuente de trabajo” en una sociedad egoísta y pérfida, me dejan ver con sus relatos directos y desesperados que sí tenemos todavía algo de los principios cristianos enseñados por Jesús y un resto de Etica, debemos defenderlos. Todos los organismos de Derechos Humanos deben asistirlos. No abandonarlos. Hacer la contrainvestigación. Los políticos responsables no nos pueden contestar “está en manos de la justicia”. ¿Cuál justicia, esa que deja libres a todos los grandes torturadores y aprovechados y mete presos a los más humildes, a los sin trabajo? Un tema para Dostoievski. Salgo y camino por esas calles de Dios, de detrás de los muros de la cárcel sale un alarido. Alguien que ha perdido la compostura...

* Osvaldo Bayer es escritor e historiador anarquista

10 julio, 2010

Ventanitas en la calle oscura. Osvaldo Bayer

Cabalgar sobre un caballo ciego por una calle oscura sin término. Así califiqué alguna vez a los derechos humanos en la Argentina. Ultimamente se han abierto algunas ventanitas. Como lo de la reanudación de los juicios, aunque no todos los jueces tengan la confianza de los argentinos. Y en la ciudad alemana de Bremen, el gobierno de ese Estado ha realizado en el palacio de gobierno un homenaje al gran historietista argentino Héctor Oesterheld, aquel que nos hizo imaginar todos los mundos con sus maravillosos cuentos dibujados.

El 3 de junio de 1977 es apresado por el Ejército argentino y origina una de las tragedias más grandes durante la represión de Videla. Además de él, desaparecerán para siempre sus cuatro hijas. Beatriz, de 20 años, fue secuestrada un mes más tarde por el Ejército. Diana, de 22 años, quien antes de desaparecer tuvo un niño en el Hospital Militar de Campo de Mayo, y ese niño fue robado. Al mismo tiempo fue muerto el esposo de Diana, Raúl. El 14 de diciembre de 1977 morirán su hija Estela, de 25 años, y su esposo, un año mayor que ella. La más joven de las hijas, Marina, fue secuestrada en noviembre del mismo año, estaba ya en el octavo mes de embarazo, para después desaparecer. Ni de ella ni de su hijo por nacer se obtuvo más noticias.

Tal cual. ¿Después de saberse esta tragedia ya sin calificativos, cómo es que los diputados y senadores del radicalismo pudieron votar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final? ¿Y que Alfonsín la haya firmado? Increíble. Lo mismo que los decretos de perdón de Menem a los generales condenados en el juicio de los comandantes.

Héctor Oesterheld quedará para siempre entre nosotros porque nos hizo volar por todos los cielos con su genial “Eternauta”. Que es la que le costó la tragedia porque en su última parte, de 1976, dibujada por Francisco Solano López, la Argentina aparecía gobernada por una feroz dictadura. Además de eso, había producido el guión de Vida del Che, con dibujos de Alberto y Enrique Breccia. Pena de muerte para él y toda su familia.

El lunes pasado, el bürgermeister de Bremen, Henning Scherf, abrió su casa de gobierno para recordar al querido intelectual argentino. Justamente no sólo se lo honró como artista sino también –por razones de nostalgias– por su abuelo August von Oesterheld, conocido ciudadano de Bremen.

El burgomaestre de Bremen hizo una alegoría muy sentida sobre el autor Oesterheld e hizo hincapié expresamente en los setenta desaparecidos alemanes en la Argentina durante la dictadura militar.

El acto se inició con música clásica argentina tocada por un cuarteto. Luego habló la ex ministra de Justicia de Alemania Herta Däumler-Gmelin, quien describió en todos sus aspectos el brutal y bestial método de desaparición de personas y la falta de reacción de diversos gobiernos europeos interesados más que nada en vender armas a los militares argentinos. Comparó, por su brutalidad, a los crímenes nazis con los de los militares argentinos. Principalmente hizo hincapié en el robo de niños.

Por último, en el sentido acto, pleno de emoción, se entregó el “Premio de Solidaridad de Bremen, 2004” a la esposa de Héctor Oesterheld, Elsa, y al pastor evangélico Kuno Hauck. Este último, miembro de la Coalición contra la Impunidad de los Crímenes de la Dictadura Argentina, con sede en Nuremberg, señaló: “Aun cuando Jorge Videla y sus esbirros no puedan ser juzgados en Alemania, por negativa del gobierno argentino de extraditarlos, igual los pedidos de detención internacional contra ellos seguirán siendo una permanente intimación, porque aquí no olvidamos a las víctimas. Para nosotros la injusticia permanecerá siempre siendo una injusticia”.

Si bien el acto fue una verdadera revelación en cuánto se puede hacer por el recuerdo de las víctimas de la dictadura, faltó un detalle. No sé si los argentinos sufrimos del defecto de timidez, acomodo o el “no meterse”. Pero no concurrió el embajador argentino o un representante de jerarquía de la embajada. Como decimos, fue un acto de primera línea en la vida cultural alemana, además en una de sus más grandes ciudades. Sobre compromiso político no se puede hablar porque es un gobierno de coalición de los dos más grandes partidos alemanes. La Socialdemocracia y la Unión Demócrata-Cristiana. Mientras hablaba, un poco con ironía y otro poco con una tristeza que descubría la inexplicable ausencia, preguntó al público que llenaba por completo el gran salón si había alguien de la embajada argentina. Después de mirar todo el salón, se levantó en la última fila una mano que dijo: “Yo soy el vicecónsul”. Es decir, el representante más bajo en la categoría diplomática que ni siquiera se dignó a decir dos palabras. ¿Qué pasó, el embajador perdió el último tranvía, o prefirió ir al cine, o quedarse en casa a ver el partido de turno?

Lo ideal habría sido –y no estoy exagerando– que hubiera concurrido al acto el agregado militar argentino de nuestra embajada. Es hora de que los miembros del Ejército reconozcan los humillantes crímenes que realizó el arma y que digan abiertamente que en caso de delitos de lesa humanidad no valen la obediencia debida o el punto final. Pero no, todos los uniformados callan, como tampoco han respondido últimamente a las frases que expresó el obispo militar, monseñor Antonio Baseotto, de que al ministro de Salud Pública argentino, doctor González García, había que atarle una piedra de molino al cuello y arrojarlo al agua. En un ejército democrático se hubiera esperado una reacción en el sentido de repudiar con toda la fuerza hechos así que hablan de la impudicia de los que aman el crimen como solución a los problemas. El ministro González García tuvo una actitud de coraje civil cuando se demostró favorable a despenalizar el aborto. El tema del aborto es un tema muy serio y muy difícil. No se arregla con piedras de molino ni tirando a la gente desde los aviones. Claro, es fácil decir “yo estoy contra el aborto” o “yo estoy contra los preservativos pese al sida”, mientras hay gobiernos que han tratado a fondo ese problema –especialmente, un problema de la mujer– aprobando leyes que demuestran un respeto fundamental hacia a la vida, pero también a la vida de la madre en el mayor de los casos, apenas adolescente. Es que el llamado obispo castrense de marras es igual que aquellos de la Iglesia Católica española que apoyaron a muerte al dictador Franco, fusilador de poetas y obreros, en la lucha por la dignidad y la libertad. Además, el señor obispo militar no es quién –por la falta de experiencia de su gremio– para recomendar soluciones de la vida sexual. Elegirlo a él para defender la vida es como nombrar a Blumberg director de una cárcel para jóvenes. Ellos, los curas católicos, por su por lo menos declarada castidad, están contra el amor, contra los cuerpos, contra los hijos. Es como enseñar a la gente que todos tenemos el pecado original porque Eva se comió la manzana, que antes era un higo, pero que un antiguo cardenal a lo Ratzinger cambió las Escrituras y en vez de un higo nos puso una manzana, porque el higo, claro, tiene forma de testículo (o algo así).

Bien, aunque sea menos pecado comerse una manzana que un higo, los mitos y tabúes van apareciendo por las ventanitas de la calle interminablemente oscura. Reconquistemos, por ejemplo, la obra del querido Oesterheld, y ofrescámosla en libros, para volver a soñar. La deberían editar, como desagravio, las secretarías de Cultura del país.

01 julio, 2010

¿Al revés o al derecho? Osvaldo Bayer

¿El mundo al revés o el mundo del revés? ¿El mundo al derecho o el mundo del derecho? Es lo mismo, la cuestión es que el mundo al revés se ha convertido en el mundo del derecho. ¿Anverso o reverso? ¿Cómo? Así de simple. Veamos. Unos ejemplos, apenas. Berlusconi en Italia... que si analizamos su programa se puede sostener hasta con criterio filosófico que ha impuesto la avidez como principio moral. Y con un agregado: egoísmo como precepto. Se aseguró por ley que mientras él esté como jefe de Italia, la Justicia no lo podrá llamar a rendir cuentas. Y esto se debe a que El Matador, como lo llaman, tiene un juicio por coima y lo esperan otros dos, uno por el comercio sobre derechos de televisión y el otro, también por coima a parlamentarios.

Eso, de que la Justicia no pueda actuar mientras alguien esté en el poder, en cualquier código moral no podría existir. En Italia sí, y por voto del Parlamento. ¿Cómo? ¿Acaso el Palacio de Justicia de Roma no tiene la inscripción indiscutible “Ante la ley son todos iguales”? Bien, desde hace unos pocos días y, como dicen los pesimistas: sí, pero hay algunos más iguales que otros.

La coima ya parece ser algo común, habitual, acostumbrado. Encontremos otro término más tierno: familiar. Sí. Por ejemplo, la Justicia alemana acaba de ventilar el juicio por coimas, dineros en negro y otros “usos” en la firma Siemens. Se comprobó que en esa empresa –antes catalogada en el mundo como una de las más honestas y honradas– se emplearon dineros en forma ilegal por una suma de 1,3 mil millones de euros. No, no me equivoco, claro, hay que repetirlo varias veces para poder imaginarse algo así. Es ése, la coima, el proceder que se ha hecho costumbre entre políticos y empresarios. ¿Para qué, para que las licitaciones las gane finalmente aquel que ponga más en el sobre?

Pero ahí no se detiene la inmoralidad del sistema. La misma Siemens anunció que dejará cesantes a 18.000 empleados y obreros. Hay que economizar para abaratar los productos y poder enfrentar a China. Alemania sigue siendo el primer país exportador del mundo, pero se sabe que pasará en el 2009 al segundo lugar. China pasará a ser el campeón mundial de exportaciones en el año próximo. Pero no solamente la competencia es pagada por los de abajo, que quedan sin trabajo. Sino que en el capitalismo mundial se imponen cada vez más los millonarios sueldos de los “managers”, de los “ejecutivos”. Aquí en Alemania se está discutiendo en forma ya muy agria el “autoservicio” de los altos jefes. Los gremios han denunciado, por ejemplo, que el jefe máximo de la fábrica de autos Porsche ha ganado cien millones de euros en un año. Sí, tal cual, no es un error: cien millones de euros en un año. Lo ha denunciado el ex ministro de Economía Oskar Lafontaine en el Bundestag, acusando al gobierno de incapacidad al no poder frenar el “desvergonzado manejo del autoservicio de los managers empresarios”. La avidez como principio moral.

Pero no sólo los países ricos. Bulgaria y Rumania acaban de quedar desnudos de la total corrupción que reina en su economía, principalmente en el llamado a licitaciones. Europa los ha denunciado. Pero la pregunta que cabe es: ¿y qué pasa en el resto de Europa?

Llenaríamos páginas enteras trayendo esos casos de corrupción. Pero tal vez basta ya con lo dicho, porque vamos a la otra cara del mundo. Titulares: “Quince millones de hambrientos”. En Kenia, Africa. “Dos millones de filipinos viven en cementerios.” Es lo único que faltaba: “vivir” en cementerios. Sí. Por falta de techo, en Filipinas la gente ha tomado los cementerios y vive y duerme en los panteones o directamente sobre las losas de las tumbas de la tierra. No hay dinero para viviendas. Las autoridades les permiten eso para calmarlos y para que no salgan a protestar. Los administradores de los cementerios les cobran coimas a los pobres que llegan a vivir allí. Vida en los cementerios. Esas sí que son fantasías de la realidad. Y siempre hay algo en la vida que no se rinde. La crónica señala que los niños de esas familias que se han refugiado allí, juegan y ríen entre las residencias de los muertos.

Pero hay otras fantasías de la realidad más increíbles. Los nuevos multimillonarios rusos compran acciones de las grandes empresas europeas. Es sabido el caso de uno que hasta se ha comprado un club de fútbol de Inglaterra. Las notas sobre el lujo en Moscú de las “clases altas” proliferan en los medios europeos. Uno de los multimillonarios, Wladimir Jewtuschenkow, ha declarado diez mil millones de dólares y vive como la mayoría de los superricos en la Rubljowka-Chaussee, en residencias de un lujo increíble que no se encuentran ni en Washington ni en Londres. Y allí, por supuesto, el paraíso de compras, todos con productos de Yves Saint-Laurent y Gucci, van Cleef y Arpels, y Bulgari, y automóviles Lamborghini, Maserati y Bentley, como lo describe la investigación de Erich Follath y Matthias Schepp. En el barrio de los ricos se realizan fiestas donde se ven “escotes con diamantes en las damas y smoking y relojes pulsera Chopard en los hombres”. En la última fiesta se dio a conocer una revista de modas de 567 páginas. Entre los veinte más ricos del mundo ya hay cuatro rusos. Uno de ellos, un antiguo funcionario de la policía política, claro está. Todos están acompañados permanentemente, por guardias de empresas privadas. El escritor Wiktor Jerofejew ha dicho hace poco: “Moscú, de la mamacita de Rusia, se ha convertido en la puta de Babilonia”. Pero eso sí, políticos y empresarios concurren a la nueva iglesia cristiano-ortodoxa que ha reabierto sus puertas. Putin se confiesa con el archimandrita Tichon. Como corresponde. Moscú es la ciudad con más crímenes del mundo.

Nuestro mundo. En vez de Kant, Hegel o Mahatma Gandhi, Bush, Berlusconi y Putin, los tres votados por sus pueblos.

Pero así como hay niños que juegan en los cementerios, así también existe el mundo que no se rinde. Gestos personales, movimientos que no se conforman, jóvenes solidarios con los que cayeron por ideales. Me acuerdo de una maestra argentina que me señaló hace poco, toda contenta: “Hice quinientos kilómetros por las pampas y pude ver cuatro ombúes”. Mientras existan aún ombúes podemos tener esperanzas, me dije. El ombú, ese hijo de la tierra nuestra que cuando niños veíamos que nos seguían en todo el viaje del tren. Hoy vemos soja, soja, soja.

Y alegrías, por ejemplo, de recibir la noticia del proyecto de la diputada cordobesa Cecilia Merchan, de cambiar en nuestros billetes de cien pesos la efigie del genocida Roca por la de la heroína de nuestra independencia Juana Azurduy. Hace tres años propuse el cambio en los billetes máximos de ese general por el de un poeta. Porque me dije: ¿por qué tienen que estar en los billetes sólo personajes políticos o militares y no un poeta? Lo propuse con el fin de que se considerara que lo que más valor tiene en la vida es la poesía. Evaristo Carriego, además, un poeta que supo ver al pueblo en las calles. Pero ahora, apoyo totalmente el cambio del genocida Roca por una mujer bien de la tierra. Por fin, una mujer. Y más, una mujer que luchó de por vida por la independencia y la libertad de los hijos de la tierra y murió en la pobreza y el olvido. Por supuesto, el primero en ponerse en contra de este proyecto limpio y sin intereses creados fue el diario La Nación. Le dedicó un editorial. Claro, así como estuvo en todo momento con la Sociedad Rural en las últimas semanas, así estará siempre con el militar que ganó las tierras para esa Sociedad Rural, con el crimen de lesa humanidad : matar y quedarse con el botín. Como los bucaneros. Veamos cómo se comportan los legisladores esta vez. A ver si todavía desempata Cobos.

Un hecho que habla de nuestra ética como país y como ciudadanos: en estos últimos tiempos los gobiernos tanto de Canadá como de Australia pidieron perdón a sus pueblos originarios por los crímenes cometidos por la invasión europea. Los argentinos, nada. Y eso que fuimos los propios argentinos los que cometieron el crimen más absoluto de nuestra historia, en la llamada Campaña del Desierto de Roca.

Ojalá que cuando cobremos los sueldos nos mire desde los billetes esa madre puro coraje, que perdió a su marido y a sus cuatro hijos pero no se rindió. Montó a caballo y dijo: aquí estoy, en el combate por la verdadera libertad. Una mujer heroica. Ni al derecho ni al revés. Entera.