Bajó a probar pero el cántaro de agua
era una valija para ella
algo presentido en el rumbo, en la esquela de viaje.
Aquí derrochó la convulsión y atiborró su sed,
aquí lo efímero soñó otras estaciones
y otros prados.
Cuando el amanecer lo insinuó, en sordina
y como había llegado
montó en sus alas.